Por tierras de Castilla y León II
(Soria)
Paulino Alonso Panero |
Ucero, cañón del río Lobos, ermita templaria de San Bartolomé, románico tardío
del siglo XIII. Cámara de video Panasonic VDR-M70EG con objetivo zoom - 3.8 mm - 38 mm - f/1.8-2.4. Copyright © 2006, Paulino Alonso Panero.
Esto es simplemente el relato del reciente viaje que hemos hecho por tierras de
Castilla y León entre el 30 de junio y 16 de julio de 2006. No pretende aspirar a premio
alguno de literatura ni nada que se le parezca, solo eso, una especie de diario
pormenorizado de todas las visitas realizadas, algunos consejos que espero sean de utilidad,
anécdotas y por supuesto, fotos. En cuanto a esto último, y antes de empezar con el diario, he
de contar mi decepción ante el error cometido, de auténtico principiante y del cual dejo
constancia como primer consejo. Por cierto, gracias a mi hermano Juan por aclarármelo.
Esto es lo que me ocurrió:
En los viajes, mi esposa Eva suele llevar la cámara de fotos y yo la cámara
de vídeo que también permite sacar fotos. El caso es que el filtro protector del
objetivo de la cámara de vídeo, me ha producido en la mayoría de las imágenes,
el llamado efecto del viñeteado, que consiste en el sombreado de las cuatro esquinas de las fotos. Con mucha
paciencia, buen software e imaginación, he intentado solventar este problema que espero
no se note mucho en las fotos sacadas por mi, pues las de Eva están perfectas. Todas las imágenes podrás verlas en mayor tamaño señalando con el ratón en
cada una de ellas.
Algunas de las imágenes han sido sacadas directamente de la filmación digital en DVD (704 x 576) y convertidas a formato JPG,
por lo cual, la calidad deja mucho que desear cuando la amplias. De cualquier
forma, su finalidad es meramente la de ilustrar el texto.
Debido a la extensión del texto y a la gran cantidad de imágenes y para que la
carga de la página no se demore demasiado, he considerado oportuno dividir el
texto en dos páginas, con una primera parte entre el 30 de Junio y el 7 de Julio
que se desarrolla en Palencia y Valladolid y una segunda parte entre el 8 y el
15 de julio en Soria.
Por último, solo decirte que para cualquier sugerencia o aclaración, no dudes en
escribirme.
Paulino Alonso Panero
Tenerife, Agosto de 2006
ÍNDICE
-
8 de Julio, sábado, camino Soria.
-
9 de Julio, domingo, Numancia y los arévacos.
-
10 de Julio, lunes, la Laguna Negra y la Fuentona.
-
11 de Julio, martes, Calatañazor y el cañón del río Lobos.
-
12 de Julio, miércoles, Almazán, Andaluz y Berlanga de Duero.
-
13 de Julio, jueves, Tiermes, Burgo de Osma y de nuevo
río Lobos.
-
14 de Julio, viernes, Tajueco, Brías, San Baudelio de Berlanga y Bordecorex.
Voy camino Soria,
¿tú hacia dónde vas?
Allí me encuentro en la gloria
que no sentí jamás.
Con esta pequeña estrofa de la canción de 1987 del grupo español Gabinete Caligari,
he considerado oportuno comenzar la segunda parte del relato del viaje que hemos
realizado el pasado mes de julio por tierras de Castilla y León. Son las
10 de la mañana, me parece mentira que hoy vayamos a salir tan temprano. Cuando
me dispongo a dejar las llaves de la casa en el buzón de la vivienda
vecina de María y Alberto, éste último, que viene de comprar el pan, se acerca a
saludarnos. Le comento la ruta que tenemos prevista para ir a Soria, y que se
supone es la más corta; sin embargo él me aconseja ir hasta Valoria la Buena y
desde aquí, por la VA-103 y la VA-101 hasta Peñafiel (Valladolid), camino que
considera mucho más bonito, especialmente en su último tramo. Nos alegramos de
haberle hecho caso pues el paisaje de la zona cercana a Peñafiel, ya en plena
Ribera del Duero, es una maravilla, con esos preciosos viñedos y artísticas
bodegas, al igual que el tramo por la N-122 entre Peñafiel y Aranda de Duero
(Burgos).
Una vez llegados aquí, poco más de 20 kilómetros nos separan de la provincia de
Soria.
Ya en Soria, seguimos por la N-122 y una vez pasado el Burgo de Osma, nos
desviamos por la CL-116 para adentrarnos en el Alto Valle del Duero o
zona de pinares centrales de Soria. Pasamos por Tajueco, Fuentepinilla, Osona y Osonilla,
y desde aquí, un paseo de dos kilómetros de carretera muy estrechita pero de lo
más agradable, nos lleva hasta
Tardelcuende; nuestro destino final. Es la una de la tarde y no
tardamos nada en contactar con Doña Mari Cruz, la dueña de la casa rural
El Palacete
(imagen de la derecha). La casa, a pesar de no tener el encanto de la de Dueñas,
está bastante bien y con un precio muy ajustado para lo grande que es, 450 € por
semana. Está equipada con todo lo necesario y hasta tenemos tres bicicletas a
nuestra disposición, sin cargo alguno aparte. La habitación principal de
matrimonio, de lo más acogedora y amueblada con sólidas antigüedades, hace que
te sientas como un marqués; en la foto, es la que está situada en el primer piso
a la izquierda, con dos ventanas contiguas y otra pequeña lateral.
Aquí tienes una vista virtual de la habitación y de otras dependencias.
Una vez hemos visto la casa y descargado todo el equipaje, dejamos a Dexter en el jardín,
un poco apenado,
y nos vamos a comer a Almazán, a unos 20 kilómetros, ya que en Tardelcuende, no hay restaurante alguno para comer,
solo bares. Mari Cruz nos aconseja el Restaurante Mateos, que está a la
entrada de Almazán, justo antes de cruzar el río Duero. La verdad es que no
salimos especialmente contentos, y en cierta manera me recordó un poco a lo que
ocurrió con el restaurante de Valladolid; mucho ruido y pocas nueces. Las
raciones de lechazo asado, a 16€ cada una, dejan mucho que desear y los
entremeses a 9€, de auténtico guasa por su escasez y poca calidad. Lo mejor,
el vino, a 11€; un fantástico Ribera del Duero, joven, cuya marca,
desgraciadamente,
olvidé apuntar. Además, el servicio, excepto el sumiller, tampoco era para echar
cohetes, quizás debido, o al menos eso quiero pensar, a que los comedores
estaban a tope con todo tipo de celebraciones.
Preferimos dejar la visita de Almazán para otro día, como así será, y
aprovechamos para aprovisionarnos en un gran supermercado, al otro lado
del pueblo, en la N-111, justo enfrente de la estación de servicio de Campsa.
Si te vas a alojar en algún pueblo de Soria, del estilo de Tardelcuende (con 600
habitantes, que incluso ya son demasiado para lo que suele ser la media en esta
provincia), te aconsejo comprar en ciudades como Soria capital, Almazán o Burgo
de Osma. En Tardelcuende, está la típica tienda de pueblo o venta, como decimos
en Canarias, y también hay panadería, carnicería e incluso farmacia, pero, en mi
caso,
prefiero hacer una buena compra para toda la semana, normalmente con mejores
precios, en supermercados como el de Almazán. El día a día del pan, bollería, carne y
chacinas si que se puede hacer perfectamente en el pueblo. Aprovecho la ocasión
para aconsejarte que si vas por Tardelcuende, no dejes de comprar el magnífico
chorizo casero que tienen en la carnicería Rodríguez Antón. Está situada,
al igual que El Palacete, en la calle principal, que realmente es la
carretera local que hacia el norte te lleva a Quintana Redonda y Soria, SO-100, y hacia el sur a
Matamala de Almazán y Almazán, SO-115. En la imagen de la izquierda, si la amplías, podrás ver mejor
la situación de Tardelcuende, más o menos en el centro del mapa.
Regresamos a Tardelcuende y después de reposar un rato, no se nos ocurre nada mejor
que, con el calor que todavía hace, dar una vuelta en bicicleta para descubrir
el pueblo. Al hilo de esto, nunca dejaré de quejarme de lo incómodas que son las
bicicletas de hoy en día, las famosas mountain bikes; eso sí, para subir
cuestas, como bien indica su nombre en inglés, son insuperables. Tardelcuende no
es pueblo demasiado grande, unos 600 habitantes, con un núcleo de población poco
extendido, a unos 1000 metros de altura, atravesado por el río Izana, y rodeado, al igual que toda la comarca
de Pinares Llanos, de bosques de pinos de la especie pinaster o
negral.
Desde el punto de vista urbanístico deja mucho que desear, nada que ver con
Quintana Redonda, a tan solo 5 kilómetros de distancia, del cual ya hablaré en
su momento. Recorriendo las calles de Tardelcuende, descubrimos que hay otra
casa rural, la Casa del Maestro, también con muy buena pinta, así como
una especie de pub inglés: La Fragua Blues Bar; otra cosa no, pero
bares sí que no faltan. También quiero destacar el camino para peatones y para
bicicletas que hay desde el pueblo hasta las piscinas municipales, algo menos de
2 kilómetros en dirección Soria, y que después se adentra en el monte,
constituyendo una buena ruta de senderismo y cicloturismo. Igualmente, existen
diversas fuentes y
merenderos por la zona.
El paseo en bicicleta, a causa del calor agobiante, no da para mucho más, pero
como ya he dicho otras veces, el espíritu de trotamundos nos hace tomar el coche
y dirigirnos a Soria, ciudad que ya conocíamos, al igual que Palencia, de otro
viaje que hicimos por estas tierras diez años ha. Es sábado por la tarde,
bastante tarde, y esto es Soria, no Madrid o Santa Cruz de Tenerife, así que,
sin ningún problema, dejamos el coche en pleno centro, por fuera de la
Diputación Provincial, justo enfrente de la iglesia románica de San Juan de
Rabanera (imagen de la derecha y también
aquí). De estilo románico de finales del siglo XII,
tiene planta de cruz latina y en los siglos XV y XVI se añadieron capillas
laterales y se elevó la torre sobre su crucero. Cuenta con una soberbia portada,
pero no es propia sino cedida. En efecto, ante el estado de ruina irreversible
en que se encontraba la iglesia de San Nicolás de esta misma ciudad, se decidió
en 1908 trasladar su portada a su emplazamiento actual.
Muy cerca nos encontramos con la plaza Mayor (detalle en foto de la izquierda),
franqueada por edificios de gran interés: el Ayuntamiento, el Palacio de la
Audiencia, la iglesia de Santa María la Mayor, y la Casa del Común, en la que se
abre un arco llamado del “cuerno”, por tratarse de la puerta por la que accedían
los toros cuando, hasta hace un par de siglos, se celebraban festejos taurinos.
En esta bonita plaza está situado un restaurante, con muy buena relación
calidad-precio, en el que comimos la vez anterior y que según pude constatar
mantiene prácticamente la misma carta; se llama
Mesón Isabel, aunque al
lado también está Casa Augusto, con el que comparte cocina. Lo único que
los diferencia es la decoración interior. Recomiendo especialmente el Pecho
de cordero lechal podrido al romero (solo en Casa Augusto), que contrariamente a su nombre, es una
auténtica exquisitez.
Desgraciadamente, no nos cuadró el momento para repetir en este viaje.
Pero sepamos algo más sobre los edificios de esta plaza: El actual
ayuntamiento, fue antiguamente la Casa de los Doce Linajes, donde se reunían
las familias más nobles de la ciudad. Se trata de un edificio que ha sido
sometido a diversas obras de ampliación y reforma, pero del que aún se conserva
su fachada principal, obra acometida por Martín de Solano en 1629. De la
construcción original permanece el pórtico de arcos de medio punto y las dos
plantas que se alzan sobre él. La Audiencia (imagen de la derecha),
antiguo ayuntamiento y hoy en día centro cultural, posee soportales y reloj en
el remate de la fachada, siendo construida en 1769. Al igual que la actual Casa
Consistorial, la construcción se caracteriza por tener un amplio pórtico con dos
pisos sobre él. Es una bella obra de estilo neoclásico, ejecutada en el siglo
XVIII. Sobre la última planta puede observarse todavía el reloj al que cantó
Machado en uno de los numerosos poemas compuestos durante su larga estancia en
tierras sorianas. A la izquierda en la misma foto, cerca de la parte trasera del
Palacio de la Audiencia, hay una torre del siglo XV que en su día formó parte
del palacio de los Beteta. El torreón lleva el nombre de doña Urraca
porque, según la leyenda, allí estuvo encerrada. Sin embargo, la construcción es
muy posterior. Entre la Casa del Común y el Palacio de la Audiencia se
encuentra la iglesia de Santa María la Mayor, donde se casara Antonio
Machado con Leonor. Pese a ser de origen
románico, de esa época sólo se conservan la torre y la puerta principal. Por
último, en el
centro de la plaza, nos encontramos la Fuente de los Leones, trasladada desde la
falda del Cerro del Castillo.
De la plaza Mayor, dirigimos nuestros pasos en dirección oeste, hacia la
continuación de la calle Mayor: El Collado, agradable calle peatonal y
centro neurálgico de esta ciudad. En la esquina con la plaza de San Blas y el Rosel, se encuentra la bonita casa de la foto. En esta entrañable calle
comercial, pequeña y estrecha, con soportales y un señorial casino, tuvo el
poeta Antonio Machado su primer lugar de residencia al llegar a tierras sorianas
en 1907, concretamente en una pensión situada en el número 54. De esta su
primera época en Soria, son estos bonitos versos:
ORILLAS DEL DUERO
¡Primavera soriana, primavera
humilde, como el sueño de un bendito,
de un pobre caminante que durmiera
de cansancio en un páramo infinito!
¡Campillo amarillento,
como tosco sayal de campesina,
pradera de velludo polvoriento
donde pace la escuálida merina!
|
Soria tiene otras muchas cosas que ver
y de las que disfrutar, pero como ya he explicado al principio, esto
no pretende ser una guía, sino simplemente el relato de un viaje y de las experiencias personales
que puedan servir de ayuda a algún futuro viajero. En la sección de
Mis Enlaces sobre Viajes y Turismo de esta
misma Web (en el apartado España / Castilla y León / Soria), puedes encontrar diversos
enlaces sobre Soria capital
y su provincia.
En la oficina de turismo de Soria nos habían comentado, que el domingo podríamos
hacer la visita guiada (muy aconsejable hacerla con guía) a las ruinas de Numancia y además
gratis (ojo, solo los domingos, aunque de cualquier forma, la entrada es muy
barata y de verdad que vale la pena). Bordeas Soria por la carretera de circunvalación,
SO-20, bastante bien
indicado, después hay que tomar la N-111 en dirección Logroño y a muy pocos
kilómetros te encuentras con el desvío, por la N-111a, hacia Garray y las ruinas de Numancia; insisto en
que no tiene pérdida pero por si te queda alguna duda, amplia el mapa de la
derecha para verlo mejor.
El día es caluroso y más que soleado, así que cuando llegamos a Numancia,
procuro buscar una sombra debajo de un árbol, y por suerte la encuentro,
para dejar el coche y a Dexter, ya que no dejan entrar con perros. Tenemos
suerte y justo acaba de comenzar la visita guiada, pero antes de describir un
poco de qué va la cosa, veamos algo de historia, para lo que me he servido,
principalmente, así como para la descripción de la visita (en la imagen de la
izquierda tienes el plano del recorrido), del folleto que me
dieron a la entrada. También algunas de las imágenes, las que están sin
copyright, las he tomado del mismo documento.
Paisaje histórico
El cerro de La Muela emerge en la confluencia de los ríos Duero y Tera, paso obligado entre la Serranía Norte y el valle del Duero. Por este punto vadeaba también la vía romana, que de Caesaraugusta (Zaragoza) se dirigía a Asturica
Augusta (Astorga).
El Duero, por occidente, y el Merdancho, por oriente, protegían la ciudad. Según Apiano, el río Duero era navegable en pequeñas barcas, con ayuda de velas y la ciudad estaba rodeada de espesos bosques y amplias zonas pantanosas. El paisaje antiguo era de pinos, robles y sabinas, junto a los árboles de ribera (álamos, sauces, fresnos), con fauna de ovejas, cabras, caballos, toros, ciervo, jabalí, conejo, liebre, etc.
Sucesión de poblamiento y superposición de ciudades:
Antes de la fundación dc Numancia por los Arévacos, el cerro estuvo ocupado en
el III-II milenio a.C.; se conoce después un asentamiento de la Edad del Bronce e inicios del Hierro (siglo VIIIVII a.C.). Posteriormente, no hay datos hasta la fundación de la ciudad celtibérica, (siglo III-II a.C.). A partir de este momento, tiene una ocupación continuada, ya que después del año 133 a.C. (Cerco de Escipión) fue de nuevo habitada, prolongándose hasta e! siglo IV. Existen restos de un pequeño asentamiento visigodo (siglo VI) y, a partir de siglo XI, documentación escrita y arqueológica medieval (ermita románica de Los Mártires).
Se conoce la superposición, al menos, de dos ciudades: una celtibérica y, sobre ella, otra de época romana, acomodada a la anterior. La superficie excavada (unas 6 ha) permite conocer el trazado de las calles, formando una retícula uniforme, sin dejar espacios libres o plazas. Para defenderse de la climatología, un mayor número de calles están orientadas Este-Oeste, en contra del viento norte dominante. La ciudad de época romana mantuvo el aspecto indígena de la anterior, introduciendo escasas mejoras: algunos desagües encauzados por lajas de piedra, y algunas casas, en el barrio sur, con patios de columnas.
Enfrentamiento entre romanos y numantinos:
Roma inicia la conquista del interior peninsular a lo largo de! siglo II a.C., lo que llevó al levantamiento de los celtíberos; pero el tratado firmado con Graco, en 186 a.C., proporcionó una paz duradera. La constante presión de los romanos obligó de nuevo al levantamiento de celtíberos y lusitanos, iniciándose las Guerras Celtibéricas (153-133 a.C.), denominadas Numantinas, por ser esta ciudad su centro.
El pretexto para declarar la guerra a los celtíberos, fue la construcción por los habitantes de Segeda (Mara, Zaragoza) de una muralla nueva, lo que violaba e! tratado de paz firmado con Graco. Intervino el ejército romano y los segedenses pidieron refugio a los numantinos, que los acogieron como aliados y amigos. Nobilior les persiguió hasta Numancia, sufriendo una gran derrota. Los sucesivos generales romanos fueron derrotados, por lo que Roma tuvo que enviar (134 a.C.) a su militar más famoso,
Publio Cornelio Escipión (llamado El
Africano, por la destrucción de Cartago), que cercó la ciudad, cayendo tras once meses de asedio y veinte años de resistencia, convirtiéndose en mito y símbolo de la lucha de un pueblo por su libertad.
Los numantinos, desesperados y ante la imposibilidad de una rendición honrosa,
prefirieron quemar su ciudad y poner fin a sus vidas.
Reconocimientos históricos:
La actitud de los numantinos impresionó tanto a Roma que los propios escritores romanos ensalzaron su resistencia, como Plinio o Floro, convirtiéndola en un mito, que se unió a los de otras ciudades y pueblos de la península que lucharon hasta el final, como Calagurris, Estepa o las ciudades cántabras, entre otras.
Esta lucha ha dejado huella en la lengua española, que acoge el adjetivo "numantino" con el significado: "Que resiste con tenacidad hasta el límite, a menudo en condiciones precarias", según la Real Academia de la Lengua.
Miguel de Cervantes dramatizó el hecho histórico del famoso asedio a la ciudad en su Tragedia de La Destrucción de la Numancia, escrita y representada hacia 1585.
El primero de los puntos de la visita, está dedicado a uno de los aspectos de
mayor interés para los visitantes, como es la explicación y visualización
espacial del cerco romano de Escipión, para lo que hay instalada una mesa-plano
que ayuda a visualizar la posición topográfica de siete de los campamentos,
excavados por Adolf Schulten, en los cerros del entorno de Numancia.
Escipión llegó a Numancia en Octubre del 134, fijando su cuartel general en el cerro del Castillejo. Los meses siguientes se dedicó a aislar la ciudad con un cerco, constituido por siete campamentos, levantados en los cerros que rodean Numancia, unidos por un sólido
muro de 9 kilómetros de perímetro, reforzado con torres; iba precedido de un foso profundo y una empalizada e, incluso, el
río Duero fue controlado con rastrillos metálicos, instalados en dos pequeños fortines, situados en la confluencia de los ríos.
Enfrente de la recepción, podemos ver un conjunto de molinos de piedra de los
que más tarde hablaremos y al lado podemos contemplar dos monumentos (imagen de
la izquierda), así como restos de unos pequeños baños, de un desagüe y de un
edificio publico.
Sobre el cerro, destaca un monumento de piedra con pedestal, obelisco y cuatro lápidas en las que reza la dedicación a Numancia y a sus Héroes; así como su construcción a expensas de D. Ramón Benito Aceña y su inauguración por el Rey Alfonso XIII (1905).
El otro pedestal es la base de un monumento, que en 1842 quiso levantar la Sociedad Económica de Soria con suscripción popular, quedando inconcluso por falta de medios.
Debajo de este monumento, quedan los restos (punto 2 del plano) de un caldarium doble (sala de baño caliente) de unas
pequeñas termas romanas. Son dos estancias simétricas (con una bañera o pileta en su interior), separadas por otra más pequeña; en su base se aprecian los orificios para el paso del aire caliente; a la izquierda, a ras del suelo, un estrecho canal conducía el agua sobrante al desagüe central de la calle.
El desagüe (punto 3 del plano), que discurre por el centro y debajo del
suelo de la calle, está encauzado y cubierto con lajas de piedra, a modo de
alcantarillado. Próxima, está la planta de un gran edificio público
de época romana, con las estancias ordenadas en torno a un patio central con
galería porticada, de la que quedan las bases de apoyo de las columnas.
La visita guiada continua paralela a la calle central.
Las excavaciones arqueológicas han descubierto el trazado de dos ciudades: una más antigua de
la época celtibérica y, sobre ella, otra posterior de la época romana, acomodada a la estructura de la anterior. La amplia superficie excavada permite conocer su trazado con las calles en retícula irregular, sin dejar espacios libres o plazas.
Esta calle, orientada de norte a sur, nos lleva hacia lo que sería el centro de la ciudad.
Seguimos la calle central hasta un aljibe circular de uso comunal (punto
4 del plano, imagen de la izquierda), situado en la esquina de una manzana, que todavía conserva el canalillo para encauzar el agua de lluvia a su interior. Al
lado hay una encrucijada de calles donde los dos tramos de la calle que se cruza con la central, forman un encuentro escalonado para desviar las corrientes de aire.
Tomamos a continuación la calle de la derecha (punto 5 del plano) que presenta
el característico empedrado numantino, con piedras pasaderas en el
centro, para pasar de una acera a otra, sin enfangarse o mojarse, ya que los
desagües de las casas iban a la calle. A mitad de ésta, en e! patio de una casa,
hay un aljibe cuadrangular de uso privado, con escaleras para descender
hasta e! nivel del agua, y con una profundidad de varios metros.
A continuación entramos en quizás lo más interesante, al menos desde mi punto de
vista, de toda la visita: las casas reconstruidas romana y celtibérica, y
además, cómo se agradece un rato de sombra y frescor. Las explicaciones del guía
y la demostración del uso de las armas y otros utensilios son de lo más
instructivas.
Llegamos a la calle de ronda, por la que se entra a la casa reconstruida, de época romana,
(punto 6 del plano) realizada en piedra, armadura de madera y cubierta con gavillas de
paja de centeno, sin chimenea. A través de un patio abierto, que tiene
un pequeño pozo y el horno de pan, se accede a un vestíbulo (con los molinos de mano y los telares), que facilita el paso a la cocina (con la boca del horno, el hogar
en alto, la mesa con el banco corrido
y el utillaje correspondiente) y a las habitaciones (con la cama y arcón). La última estancia está destinada a granero y almacén de útiles
y aperos, comunicada con un pequeño corral exterior para los animales (imagen de
la izquierda).
El guía nos explica que al no tener chimenea, el humo del fuego del interior, salía por entre la paja de centeno, cumpliendo, entre otras funciones, la de alejar los insectos y otros pequeños parásitos
y roedores que pudieran habitar en la cubierta, además de impermeabilizarla con
la grasa que se iba formando poco a poco; en fin, una casa de lo más ecológica.
Al salir de la casa romana, continuamos por la misma calle, hacia la casa celtibérica.
Seguimos observando la existencia de piedras pasaderas y podemos ver con
claridad la superposición de calles de diferentes épocas, al igual que vemos hoy en día
las diferentes capas de asfalto en nuestras carreteras y calles.
Junto a las casas celtibéricas, se ha reconstruido un tramo de muralla,
(punto 7 del plano, al fondo en la imagen de la derecha) con base de piedra y parapeto superior, más estrecho, realizado con adobe y madera, que deja un paseo de ronda. Desde lo alto de la muralla se contempla
un singular panorama de! exterior e interior de la ciudad. Las viviendas
celtibéricas (punto 8 del plano, imagen de la derecha) reconstruidas (una de
ellas acondicionada para la visita) tienen la base de piedra y las paredes
recrecidas con postes de madera y adobes, cubiertas con madera y paja de
centeno. Su planta rectangular está dividida en tres estancias: una delantera,
destinada a labores artesanales (molienda de cereal y tejido), con una trampilla
en el suelo para acceder a la bodega inferior; una habitación central con el
hogar a ras del suelo y zona de descanso; y otra trasera destinada a despensa. Una pequeña
puerta lateral da acceso a un patio con un pequeño cobertizo para los animales,
como puedes observar en la imagen.
El guía nos comenta que, con frecuencia, los celtíberos adornaban sus puertas y ventanas con símbolos solares y de representación del dios
Lug, especialmente el trisquel, para obtener protección para sus hogares.
Al igual que en la casa romana el humo del hogar sale por entre la paja de centeno del techo,
ejerciendo las mismas funciones que en aquella. A la salida de la casa
celtibérica, continuamos el sendero marcado, y nos dirigimos hacia el Barrio
Sur (imagen de la izquierda). Una nueva encrucijada de calles nos muestra,
una vez más, la técnica del cruce
escalonado para desviar las corrientes de aire.
El grupo dirigente de época romana construyó sus residencias en esta zona más protegida y soleada. Cortaron el recorrido de una calle anterior (punto 9
del plano) y edificaron sus casas (imagen de la izquierda, punto 10 del
plano) con patios de recreo, dotados de pequeños
pórticos columnados, en forma de "L". A la casa, situada detrás, se accedía por las escaleras conservadas al fondo. Las cubiertas estaban hechas con tejas planas, tapando las
juntas con otras tejas curvas. También hay que resaltar la mayor amplitud de
estas casas en relación a las anteriores, unos 400 metros cuadrados.
Con la visita al Barrio Sur, prácticamente acabamos el recorrido, a falta
solamente de ver los molinos de mano (punto 11 del plano) que tal como dije antes, se
encuentran enfrente de la recepción.
Al llegar a la casa de Recepción hay un conjunto de molinos de mano: unos simples
(imagen de la derecha), constituidos por una piedra fija rectangular y otra superior más pequeña, que con su movimiento de vaivén molía el grano; otros circulares
(imagen de la izquierda) con dos piedras acopladas, fija la inferior y móvil la
superior, que con su movimiento de rotación molía el grano, introducido por el
orificio superior. La dieta era rica en vegetales, con predominio de frutos
secos, como las bellotas. La falta de vino (conseguido mediante el comercio a
través del río Duero, navegable en pequeñas embarcaciones) era sustituida por la
caelia, cerveza extraída de trigo fermentado, de sabor áspero y calor
embriagador.
Como nos comenta el guía, puede verse una gran cantidad de piedras de molino formando parte del pavimento de las calles celtibéricas, pues cuando las piedras se estropeaban o desgastaban, ya no eran utilizables para la molienda, y se empleaban en la pavimentación.
También nos aclara que los molinos de vaivén ya se usaban en el 1600 a.C. y
los circulares en el 400 a.C. Por último, en la recepción, vemos un vídeo
de lo más instructivo sobre el cerco de Numancia, que te aconsejo
fehacientemente.
Como de costumbre a estas horas, el hambre aprieta, y de la famosa guía ya citada en otras ocasiones y cuyo nombre algún día
espero recuperar, tomo nota de un restaurante que nos queda relativamente cerca,
a unos 7 kilómetros de Soria por la N-234 en dirección Burgos, en
Valonsadero.
Curioso
topónimo, calificado de opaco por el
filólogo
D.José Luis Herrero Ingelmo
de la Universidad de Salamanca, debido a su difícil interpretación; quizás
valle honde pasadero, o bien unsur (fuente). Valonsadero es una
amplia extensión de más de 3.000 hectáreas con magníficas praderas salpicadas
por flores, rocas areniscas y un hermoso pinar. Fue regalo de rey Alfonso VIII a
la ciudad de Soria. Esta situado al pie del Pico Frentes, paraje emblemático
para los sorianos ya que en este lugar discurre gran parte de sus fiestas como
el Lavalenguas, la Compra y la tradicional Saca, esta
última buque insignia de las Fiestas de San Juan. En otro lugar,
denominado Cañada Honda, se encuentran varios abrigos con pinturas
rupestres esquemáticas.
Y a todo esto, después de tanto rollo, todavía no he dicho como se llama
el restaurante en cuestión. Como puedes ver en la imagen de la derecha su nombre
es La Casa del
Guarda, donde comimos los tres, sin grandes pretensiones, por 35,70€. Te aconsejo el famoso plato
combinado o completo (4,50€) que consiste en huevo frito, chorizo,
lomo de cerdo y patatas fritas. La bandeja de entremeses, a 7,50€, también vale la
pena. El vino de la casa, creo recordar que era de Rioja, a
4€ la frasca, muy bueno. El servicio, de los más amable y eficaz. Además, puedes
disfrutar del entorno, ya que cuenta con unos columpios para los niños y mucha
zona verde con mesas de madera y fuentes de agua potable. Después de comer,
aprovechando la sombra de un hermoso ejemplar de pino, nos echamos un rato en la
pradera, acompañados de vacas pastando en la lejanía, y le damos de beber a Dexter, que se había quedado en el coche, pues
desgraciadamente, en el restaurante, a pesar de ser al aire libre, no admiten la
entrada de perros. Por último, según acabo de leer, parece ser que este ha sido
y es lugar habitual de entrenamiento de atletas sorianos tan famosos y laureados como
Fermín Cacho o Abel Antón.
La tarde-noche se presenta televisiva, con la final masculina del torneo de
tenis de Wimbledon y la del mundial de fútbol en Alemania, pero en ambos casos
resultan un auténtico fiasco, por la derrota de Nadal en tenis y por el
desquiciamiento del gran Zidane en el último partido de su carrera deportiva.
Comienzo de semana, lunes. Hoy toca naturaleza y caminatas, no demasiado largas,
pero sumando tramos, al final del día habremos hecho cerca de diez kilómetros.
Si a esto le añadimos el calor sofocante, determinadas cuestas más que
pronunciadas y la humedad reinante en algunos de los lugares visitados, todo
ello se convierte en el mejor de los métodos para quemar las calorías acumuladas
en el fin de semana.
Salimos de Tardelcuende hacía Osonilla y Fuentepinilla, enlazamos con la
SO-110 y desde aquí, durante 18 kilómetros, hasta llegar al cruce con la N-122. Seguimos hacía el norte
por la SO-910 durante 13 kilómetros hasta llegar a Abejar, en el cruce con
la N-234. Seguimos hacía el norte por la CL-117, durante 11 kiómetros, hasta
Molinos de Duero, y desde aquí por la SO-820, durante 4 kilómetros, hasta llegar
a
Vinuesa; por lo que he visto a posteriori,
creo que merece la pena hacer un alto en este pueblo. A continuación tomamos la
SO-830 en dirección al Puerto de Santa Inés, y a unos 8 kilómetros, a la altura
de El Quintanarejo, nos desviamos a la izquierda para hacer el último tramo
de carretera, unos 10 kilómetros, hasta nuestro primer destino de hoy: la
Laguna Negra. Ampliando el mapa de la derecha podrás ver todo el
recorrido y por si no te aclaras,
aquí lo tienes perfectamente señalizado.
El aparcamiento está rodeado de una magnífica arboleda con mucha sombra y pasto,
así que te aconsejo lleves las provisiones correspondientes para comer y
descansar en este lugar tan agradable después de la caminata; ¡ah!, y agua tampoco
falta. Desde el aparcamiento hasta la laguna hay poco más de dos kilómetros. Un autobús sube cada 15 minutos,
cobrando 1€, pero a pesar
del calor reinante y la pendiente más que pronunciada, vale la pena hacer el
recorrido andando, pues además de quemar calorías, la mayor parte del camino está rodeada de pequeños
arroyos (imagen de la izquierda) y alguna que otra fuente; de hecho, a la
vuelta, para acompañar la comida con agua fresquita, recargamos las botellas en
una fuente que hay bajando a la izquierda, unos 200 metros antes de llegar al
aparcamiento. Desde el final de trayecto del autobús hasta la laguna hay unos
150 metros. Pero sepamos algo más sobre este monumento natural:
Dentro del monte Santa Inés y del espacio natural de Urbión, se encuentra la Laguna Negra, famosa por sus valores paisajísticos y literarios.
Está ubicada en el término municipal de Vinuesa y tiene una extensión de 3,9 ha. de superficie de agua al máximo nivel
y un perímetro de 719 metros. Encajada a 1753 metros de altura,
se trata de un depósito de agua de origen glaciar, rodeada de paredes rocosas y
de pinos, hayas y helechos que contrastan con el majestuoso muro de oscura roca
gris que se refleja en sus cristalinas y trémulas aguas, dando así nombre al
lugar.
Es la laguna más baja y también la más importante del grupo soriano (vertiente sur) de lagunas glaciares de los
picos de Urbión. Las otras dos están a unos 2000 metros de altura y son: la
laguna Helada de 5,14 ha. de superficie y 1112 m. de perímetro, y la
laguna Larga de 1,02 ha. y 486 m. de perímetro.
La leyenda cuenta que la laguna no tiene fondo, que se
comunica con los mares mediante corrientes subterráneas, y que un ser que la
habita ha dejado sólo los huesos de alguno de los animales que cayó en sus aguas
negras. También cuenta la leyenda que la avaricia llevó a tres hijos a dar
muerte a su padre para quedarse con la herencia. Un hachazo y cuatro puñaladas
segaron su vida y las oscuras aguas de esta laguna le dieron sepultura. La historia de la desgracia de
Alvargonzález la
narra, en verso, el poeta Antonio Machado.
|
Llegaron los asesinos
hasta la Laguna Negra,
agua transparente y muda
que enorme muro de piedra,
donde los buitres anidan
y el eco duerme, rodea;
agua clara donde beben
las águilas de la sierra,
donde el jabalí del monte
y el ciervo y el corzo abrevan;
agua pura y silenciosa
que copia cosas eternas;
agua impasible que guarda
en su seno las estrellas.
¡Padre!, gritaron; al fondo
de la laguna serena
cayeron, y el eco ¡padre!
repitió de peña en peña.
|
|
Aunque nosotros nos limitamos a dar un pequeño paseo por la laguna y sacarnos las fotos de turno,
se puede continuar la caminata y llegar incluso al pico Urbión. De esta Web
he sacado el texto que transcribo a continuación, por si te interesa ampliar el
recorrido,
Si se continúa andando por el borde de la laguna, hacia la izquierda, sale una senda que sube a los paredones de la margen oeste, con algunas zonas un poco difíciles de subir. Una vez arriba, la ruta se hace sin esfuerzo, con magníficas vistas de la laguna y pinares de alrededor. Por la margen oriental, prosigue la senda de bajada en la que hay que tener cuidado de no perderse, ya que por otro sitio habría que sortear numerosos obstáculos. Llegados, de nuevo, al nivel del agua encontramos otra vez la senda bien marcada que nos devuelve al punto de partida. Todo el recorrido puede efectuarse a pie, en hora y media aproximadamente.
El camino de vuelta, cuesta abajo, resulta de lo más agradable, y el viejo
Dexter aprovecha para refrescarse y beber agua en los arroyuelos que nos
acompañan durante casi todo el trayecto. Como dije anteriormente, llenamos las
botellas de agua fresca en una de las fuentes y nos sentamos cómodamente en la
hierba, cerca del coche, a dar buena cuenta de los bocadillos de tortilla.
Volvemos por la misma ruta hasta enlazar con la N-122.
Antes, habremos pasado por el Embalse de la Cuerda del Pozo (al
fondo de imagen de la derecha), también llamado El mar de agua dulce de
Soria. En este lugar uno puede encontrarse rincones de gran belleza como
Playa Pita, las Cabañas, los restos del pueblo de la Muedra,
sumergido en el agua, y otros puntos que bordean el pantano. Aparte de las zonas
acondicionadas para baño, en sus aguas se puede practicar la pesca, el
windsurf, la navegación a vela, piragüismo y otras actividades náuticas.
Como iba diciendo, llegamos a la N-122 y en vez de cruzarla y seguir hacía el
sur, torcemos a mano derecha y tomamos la carretera en dirección oeste, hacía El
Burgo de Osma y Valladolid. Enseguida, a dos kilómetros y medio, tomamos a
nuestra derecha el desvío a Calatañazor, por la SO-P-5026 y seguimos durante
unos seis kilómetros hasta llegar a Muriel de la Fuente. Antes de entrar al
núcleo urbano, nada más pasar el puente sobre el río Avión o Abión, tomamos a la derecha un camino de tierra
que después de uno o dos kilómetros, nos aproxima a un refugio de
madera donde se encuentra el punto de información turística y donde también
dejamos el coche: nos encontramos en el
Monumento Natural de La Fuentona de
Muriel (en la imagen de la izquierda puedes ver el río Avión, ya dentro
del espacio protegido).
Desde el refugio, seguimos la senda que va bordeando el río aguas arriba, y a
unos ochocientos metros nos encontramos con La Fuentona (imagen de
la derecha), pequeña laguna desde donde el lecho del río mantiene una
horizontalidad y una inusual transparencia en sus aguas repletas de truchas y
todo tipo de batracios. Mana a los pies de unas potentes masas calizas,
rodeadas, cubiertas por sabinas, pinos y chopos, además de las plantas
propiamente acuáticas. El paisaje es de película, digno escenario de un
Tarzán o de un King Kong. Esta limpia laguna, nacimiento del río
Avión, es una torca o embudo de origen kárstico, que se comunica con las
corrientes subterráneas de las plataformas calcáreas de Calatañazor. Aunque no
lo parezca, tiene una profundidad aproximada de cincuenta metros y una longitud
de varios cientos de metros hasta llegar al nivel del agua del río subterráneo
con el que se conecta. Como otras torcas, ésta ha sido objeto de numerosas
leyendas sobre animales monstruosos y seres fantásticos. Cuando, a posteriori,
me he enterado de lo profunda que es la laguna, he de decir que nuestro hijo,
Paulino, estaba aterrado, y no le faltaba razón, de que Dexter, que se
había acercado a beber a la orilla, se pudiera caer a sus aguas.
Damos marcha atrás para volver por el mismo sendero y al poco de dejar la laguna,
vemos un cartel indicándonos el camino a una cascada, a unos ochocientos metros.
Tal como me imaginaba, debido a la sequía veraniega, el lecho del arroyo que
proviene de la cascada se ve prácticamente seco y al llegar, ésta solo se
adivina por las marcas que a lo largo de los años el agua ha ido esculpiendo en
la roca. Para que no te quedes con las ganas,
aquí la
puedes ver en todo su esplendor. Después de esta última caminata dan ganas de
darse un baño en las tranquilas aguas del río y si no llega a ser porque había
alguna que otra familia con niños por los alrededores, bien que lo hubiese hecho
a lo Johnny
Weissmuller, así que te aconsejo fehacientemente, que si vas en
verano, no te olvides del bañador.
Ya en el coche, por la pista de tierra antes de llegar a Muriel, vemos una de las tan ansiadas
fuentes de agua fresca. Hacemos una pequeña parada que aprovechamos para
rellenar las botellas y para que mi esposa, Eva, haga esta preciosa foto de un
campo de amapolas. Una vez llegados a la N-122, hacemos el mismo recorrido
que a la ida pero en sentido inverso.
Hoy toca un día combinado de naturaleza, con caminata incluida, y monumentos.
Como meta principal, tenemos en mente hacer un recorrido a pie por el cañón
del río Lobos, previa visita de Calatañazor. El trayecto, en un principio,
es idéntico al de ayer, hasta enlazar con la N-122.
Antes, hacemos una pequeña parada en Fuentepinilla, para sacar un poco de vídeo y
hacer la foto del puente que puedes ver a la derecha. Éste conserva en buen
estado su pavimento de canto rodado y algunos investigadores
apuntan su procedencia romana. La iglesia, dedicada a San Juan Bautista,
tiene portada y algunos elementos románicos de mediados del siglo XII, el resto
es gótico. En el centro de la villa se
conserva en muy buen estado un palacio del siglo XVI, propiedad que fue de los
condes de Aguilar.
De Fuentepinilla, seguimos camino hacía el norte por la SO-110, hasta enlazar con la N-122,
carretera que tomamos en dirección Burgo de Osma-Valladolid, y a poco más de dos
kilómetros, vemos el desvío, que ya conocemos de ayer, hacía Calatañazor,
nuestra próxima parada. Del árabe Calatat-Nossurt, que significa
castillo del buitre o nido
de águilas para otros, se alza en lo alto de un cerro que domina la vega del ya
citado río Avión. Lo
más destacado de este pueblo, aparte de su extraordinaria belleza intrínseca, es
el Valle de la Sangre (en la imagen de la izquierda puedes ver la vista
desde el castillo) donde se supone tuvo lugar la archiconocida batalla de Calatañazor; una brutal derrota de los musulmanes de Almanzor
-única batalla que pierde en toda su vida- a manos de los cristianos en el verano del año 1002. Debido a las heridas recibidas en el campo de batalla,
el caudillo árabe muere en la noche del 9 al 10 de agosto del mismo verano en Waldecorai (Bordecorex) y es enterrado en Medina Salim (Medinaceli). Almanzor venia de saquear el monasterio de Suso
en San Millán de la Cogolla (La Rioja) y anteriormente había hecho algo imperdonable para el cristianismo, la toma y usurpación de la catedral de Santiago de Compostela, donde reposan los restos del
santo patrón. Veamos lo que dice al respecto, el historiador M. Lévi-Provençal, en la
Historia de España, dirigida por Ramón Menéndez Pidal, 1950.
"La última campaña de Almanzor contra la España cristiana tuvo lugar a comienzos del verano de 1002, y estuvo dirigida contra el territorio de La Rioja, dependencia del condado de Castilla.
Avanzó hasta Canales y alcanzó el Monasterio de San Millán de la Cogolla, que fue saqueado. Al regreso de esta campaña la muerte vino a poner término a su prodigiosa carrera de batallador.
Por entonces contaba ya más de sesenta años. El "Amiri", sabía que su fin estaba próximo y multiplicaba su piedad. La leyenda nos dice que, a petición suya, sus hijas cortaron en una pieza de tela, comprada con el producto de sus fincas personales, la mortaja que había de envolver sus restos mortales antes de la inhumación. Se dice que guardaba celosamente, para que le cubriera la tumba, el polvo de los vestidos que usaba cuando hacía la guerra santa.
A su regreso a Medinaceli con su ejército, tuvo que hacerse llevar en litera a lo largo de un penoso viaje de dos semanas.
Llegado por fin a la plaza fronteriza, expiró, al cabo de algunos días, la noche del 10 al 11 de agosto de 1002 (27 de ramadán 392). (Los datos precedentes son tomados de Ibn al-Jatib).
Según Lucas de Tuy (Apend. Dozi Rech. I), el día de la derrota de Almanzor en Calatañazor, "una especie de pescador gritaba con una voz lamentable a orillas del Guadalquivir, ora en caldeo (es decir en árabe), ora en Español: "En Canatanazor/perdió Almanzor/el atambor". Lo que significa: en Calatañazor perdió Almanzor su timbal o su sistro, es decir su alegría. Los bárbaros de Córdoba venían hacia él, pero en cuanto se acercaban, se desvanecía, para reaparecer en seguida en otro lugar repitiendo la misma lamentación"
Todo Calatañazor es un monumento, un viaje a la historia. Orson Welles rodó aquí
algunas escenas de la película Campanadas a medianoche. Declarada
Conjunto Histórico-Artístico, esta extraordinaria población no deja de
sorprender, con su calle Mayor (imagen a la izquierda del texto, dos párrafos
más abajo), casi
anclada en la Edad Media, de casas en piedra, adobe y madera de enebro y chimeneas
pinariegas de forma cónica
(imagen de la izquierda). La antigua población fortificada contaba con unos
impresionantes muros, aún visibles, de hasta 18 metros de grosor. No muy lejos
circulaba la vía romana de Astorga a Zaragoza. También es de interés la iglesia
románica de Santa María del Castillo -desconozco las razones por las que estaba
cerrada- con un museo donde se han recopilado interesantes pergaminos de los
tiempos en que Calatañazor tenía jurisdicción sobre otros 16 pueblos de la
comarca.
Subiendo por la calle Mayor y antes de llegar al castillo, se encuentra el
rollo-picota de los Padilla (al parecer de 1460, aunque otros dicen que de
1751). Según cuenta la leyenda, parece ser que había una cueva en la que vivía
una bruja; que durante 20 años estuvo amedrentando al pueblo, hasta que un sanguijuelero la capturó y fue ajusticiada en la picota. En el castillo, del
siglo XIV-XV y muy arruinado, sobreviven algunos lienzos y parte de la torre del
homenaje de mampostería y sillería de refuerzo en las esquinas. Por el lado de
la población cuenta con un foso, mientras que por el valle de la Sangre la
propia altura de los riscos ofrecen suficiente protección.
Ya de vuelta, calle Mayor abajo (imagen de la izquierda), vemos que para una furgoneta en medio de la vía,
y con gran estruendo de bocina da aviso a los ansiosos vecinos -según parece,
por lo que escucho, hoy ha llegado con algo de retraso- de los ricos panes y
bollos del día que tiene para ofrecer; no hay duda de que estamos en un pueblo.
Antes de volver al coche, tomo nota de un número de teléfono de una casa en
venta, y Eva, infructuosamente, intenta adquirir algún plato de cerámica que
valga la pena. Por desgracia, cada vez van quedando menos artesanos con
originalidad y la mayoría de los platos que tienen a la venta en las distintas
tiendas que visitamos, son repetición de otros que se pueden adquirir en
cualquier parte de España.
Estamos de nuevo en ruta por la N-122 hacía el sudoeste, y antes de llegar a
nuestra visita estrella de hoy martes, hacemos una parada técnica
en el Burgo de Osma, bonita e importante población que ya
visitamos en profundidad en nuestro viaje anterior por estas tierras diez años
ha y a la que dos días más tarde volveremos de nuevo para degustar un suculento
almuerzo. En la plaza Mayor (imagen de la
derecha) entramos en una entidad bancaria donde saciamos nuestras necesidades
crematísticas. Esta preciosa plaza, con sus casas porticadas del siglo XVIII, es
el escenario durante las fiestas patronales de mediados del mes de agosto, de
La Rueda, ancestral baile de probable origen celtibérico.
En el Burgo de Osma, cambiamos a dirección norte y tomamos la SO-920 durante 16
kilómetros para dirigirnos al
cañón del Río Lobos. Pero antes, una
vez pasado el pueblo de Ucero, paramos en el centro de visitantes, donde muy
amablemente y con todo lujo de detalles, nos explican los distintos recorridos y
visitas que podemos hacer, así que no dejes de hacer una parada antes de empezar
el recorrido del cañón. El recorrido que hacemos, aconsejados por los guías,
digamos que es el básico o mínimo imprescindible y lo puedes seguir
perfectamente ampliando el mapa de la izquierda. A continuación, muy
sucintamente, describo el recorrido: Dejamos el coche en el segundo
aparcamiento, el de Cueva Fría y ya desde aquí recorremos andando 1,2
kilómetros por un sendero en vez de por la carretera, hasta el tercero, el de Valdecea, donde tienes una fuente
(insisto con mi obsesión por el líquido elemento). Por último recorremos otro
kilómetro hasta llegar a la ermita y Cueva Grande. En total, unos 5
kilómetros entre ida y vuelta. Para saber algo más sobre el parque natural
he extraído el siguiente texto del folleto que me dieron en la oficina de información.
Profundo cañón calizo formado por una antigua e intensa erosión fluvial del río Lobos. Se sitúa en las sierras de pie de monte que separan las estribaciones de la Cordillera Ibérica y la alta meseta del Duero. El río se encajona desde Burgos y continúa horadando las calizas cretácicas en Soria recorriendo más de 25 Km.
Este parque natural fue declarado en 1985 y comprende una superficie de 10.176 ha. que también está catalogada como ZEPA (Zona de Especial Protección de Aves). El 8 de enero de 1998, fue propuesto como LIC (Lugar de Interés Comunitario) y ha sido ampliado hasta 12.238 ha. el 12 de febrero de 2004. Este espacio es colindante en su parte oriental con el LIC "Sabinares de la Sierra de Cabrejas".
La formación más espectacular es el propio Cañón fruto de la doble acción erosiva, de desgaste y, sobre todo, de disolución de la roca por el agua, siendo más vivo el hundimiento del lecho al ceder las grutas subterráneas, por lo que aparecen las típicas zonas cóncavas o lermas en los flancos del cañón, que además son muy vistosas por los teñidos de óxidos y aguas que escurren.
Por el hielo-deshielo se encuentran al pie del Cañón capas inclinadas de derrubios de elementos angulosos.
El resto del conjunto calizo se ha erosionado formando un Karst que en superficie muestra alguna torca, abundantes cuevas, simas y sumideros; mientras que en profundidad es un ejemplo de funcionamiento de acuífero y de aguas subterráneas.
El primer tramo del recorrido a pie, entre el segundo y tercer aparcamiento, por
el sendero que bordea el río, es una delicia. El paisaje y la vegetación
exuberante, al igual que ocurriera en el día de ayer con La Fuentona, nos
hace pensar en películas como Tarzán, King Kong o El Mundo Perdido.
Continuamente vamos vadeando el río de un lado a otro, la
mayoría de las veces, por medio de simples losas, y las menos, a través de
pequeños puentes. El agua está llena de plantas acuáticas como nenúfares,
lentejuelas y eneas, así como gran variedad de batracios, y las riberas del río, además de chopos y sauces, de todo
tipo de matorrales como enebro, gayuba y aliaga acompañados por especies
aromáticas como espliego, tomillos y salvias.
Sin duda, la elección de escoger el sendero en vez del camino asfaltado, fue de
lo más acertada. Una vez llegamos al tercer aparcamiento, el de la fuente, en
vez de seguir por la pista forestal, tomamos el sendero a la izquierda; no tiene
pérdida pues está perfectamente indicado. Como veremos más adelante, dos días
después y por causas de fuerza mayor, no pudimos hacer el mismo recorrido. Este
último tramo de un kilómetro, antes de llegar a la ermita, va bordeando el río
desde lo alto en buena parte del camino, y aunque no tiene peligro, si que te
aconsejo lo hagas con precaución.
Por fin, y lo recalco, puesto que el calor aprieta y las machos de las
chicharras están de lo más atareados con sus cánticos nupciales, llegamos a
Cueva Grande y a la ermita de San Bartolomé (imagen
en el encabezado de este relato). La iglesia fue construida en
las primeras décadas del siglo XIII, en estilo románico muy tardío y sobrio, al
gusto cisterciense, y con un bello aire oriental como corresponde a las obras
templarias. Lo recóndito del enclave y la función estratégica y de peregrinación
que tenía el cañón debieron ser, junto con otras circunstancias, las
razones que impulsaron a los monjes guerreros de la Orden del Temple a
establecerse en este enclave equidistante de los dos puntos más extremos de la
geografía peninsular, los cabos de Creus y Finisterre, como descubriera años
atrás
Juan García Atienza.
A la sombra de los sabinas que rodean la ermita y echando de vez en cuando un
vistazo a los buitres que merodean por las alturas, por miedo de que -a pesar de
que sabemos perfectamente que solo se alimentan de carroña- rapten al viejo
Dexter, damos buena cuenta de los bocadillos de tortilla. Después de reposar un
rato, nos dirigimos a la Cueva Grande (imagen de la derecha; desde el
interior también podemos apreciar la ermita), donde se supone existen unas
pinturas rupestres de la edad de bronce, pero desgraciadamente, lo único
que se aprecia a simple vista, son decenas de grafitis que de
prehistórico tienen bien poco.
A partir de este punto, el cañón puede recorrerse en dirección noroeste durante
más de 20 kilómetros, hasta adentrarse en la provincia de Burgos, pero ni el día
ni los ánimos dan para más, así que iniciamos el camino de vuelta haciéndolo
esta vez por la pista forestal -bastante más feo, aunque menos cansado-
hasta el aparcamiento de Valdecea, donde repostamos agua fresca en una magnífica
fuente de bomba a la vieja usanza (imagen de la derecha).
A partir de aquí y hasta Cueva Fría donde tenemos aparcado el coche, tomamos el mismo
camino que a la ida, disfrutando una vez más del maravilloso entorno del
cañón del río Lobos.
Tomamos de nuevo la SO-920 en dirección norte, hacia San Leonardo de Yagüe, para
encontrarnos a muy pocos kilómetros con el mirador de La Galiana (imagen de
la derecha), a 1.240 metros de altura sobre el nivel del mar. Desde este punto,
la vista del cañón es más que espectacular y si tienes suerte, como fue el caso
en esta primera visita, no así en la segunda, podrás observar decenas de buitres
leonados en vuelo circular e incluso pasando a pocos metros de donde estamos situados.
En fin, que no te lo pierdas bajo ningún concepto. Una vez en
San Leonardo,
bonito pueblo pinariego, tomamos la N-234 en dirección a Navaleno, Abejar y
Soria, donde efectuamos algunas compras en uno de los grandes supermercados
situados en el polígono industrial de la N-111.
Éste será sin duda uno de los días más movidos de todo el viaje. Por la mañana
hemos quedado en Almazán,
con Encarna, Peter y su hijo Niall, unos amigos de Tenerife, que están de
vacaciones en Alcalá de Henares, de donde procede Encarna. También les acompañan
dos hermanas de Encarna; Paqui y Mari Cruz, y el marido de ésta, Juanjo. La idea
es hacer un recorrido turístico por Almazán, así como aprovisionarnos, con el
fin de más tarde hacer una barbacoa en la casa de Tardelcuende, donde se van a
quedar con nosotros un par de días. Nos vemos por fuera del supermercado donde
habíamos ido a comprar el primer día, para después entrar al casco antiguo por
la Puerta de la Villa y adentrarnos en la plaza Mayor (imagen de
la izquierda). Aquí podemos ver la estatua de Diego Lainez, en el primer plano de
la foto, religioso jesuita español, nacido en Almazán en 1512, compañero de
san Ignacio de Loyola y sucesor suyo como general de la Compañía de Jesús, y que
fue uno de los teólogos más influyentes en el Concilio de Trento.
En un segundo plano de la foto anterior y en las imágenes de este párrafo,
tenemos la iglesia de San Miguel, de principios del siglo XII. El hecho social más
significativo de la conquista y repoblación de Almazán es que en origen se trata
de una ciudad muy islamizada y que durante los años en que imperó el románico,
una buena parte de sus habitantes fueron mudéjares, lo que va a impregnar
de un acusado carácter islámico a sus construcciones. Del panel explicativo
situado por fuera del templo, he sacado el siguiente texto:
Levantada a principios del siglo XII, son coincidentes en ella el estilo cisterciense en su estructuración, lombardo-catalán en la decoración externa del ábside y linterna, y mudéjar en la cúpula y decoración escultórica
(imagen de la derecha del párrafo anterior), lo cual resulta singular en esta región.
La planta, típicamente cisterciense, es de tres naves, extraordinariamente estrechas las laterales y terminadas en
pequeñas absidiolas. La cabecera está inclinada a mediodía (según se ve puede
ver en el plano de la derecha), debido a la proximidad de la muralla o, como apuntan otras interpretaciones, con un sentido simbólico: representaría la inclinación de cabeza del Crucificado.
Destaca el diferente abovedamiento de las naves, y especialmente la cúpula que cubre el crucero, genial alarde constructivo de la arquitectura hispano-musulmana. Declarada monumento nacional el 1931.
Antes de dejar la iglesia, vemos una curiosa lápida conmemorativa (imagen de la izquierda), rememorando un hecho
histórico del cual ya no me acordaba. Transcribo el texto a continuación:
RESIDIENDO LOS REYES CATÓLICOS EN LA VILLA DE ALMAZÁN. EN JUNIO DE 1496,
RECIBIERON LA PROMESA DE FIDELIDAD DE LOS REYES GUANCHES DE LA ISLA DE TENERIFE,
A RAÍZ DE FINALIZADA LA CONQUISTA. EL HOGAR CANARIO DE MADRID QUIERE DEJAR
PÚBLICA CONSTANCIA DEL SINGULAR ACONTECIMIENTO HISTÓRICO. NOVIEMBRE 1989.
También en esta misma plaza, podemos ver el palacio de los Hurtado de Mendoza.
Según reza en la
Web del
ayuntamiento, es el edificio
civil más insigne de la villa. En él residieron los Reyes Católicos y su
corte entre abril y junio de 1496, y descansaron en otras ocasiones. A finales
del siglo XV se construyó el primer palacio, del que puede observarse su fachada
septentrional desde el Parque de la Arboleda, sobre la escarpada ladera que lame
el Duero. Con la elevación de rango del señor de Almazán al ser nombrado marqués
Francisco Hurtado de Mendoza y Chacón, se construye la nueva fachada
renacentista (la de la imagen) a partir de 1565, cuyo frente principal, la portada este, da a la
Plaza Mayor. De dos plantas y alero sobre cornisa, se apoya en ménsulas robustas
con algunas luceras para el desván.
Después de dar una vuelta por el mirador sobre el río Duero (imagen de la
izquierda, parte del grupo), salimos del casco
antiguo por la puerta de Herreros (imagen de la derecha), del siglo XIII, para dirigirnos hacia el supermercado. Al cabo de un rato de estar con las
compras, nuestro hijo Paulino y Niall, que se han quedado escuchando música en
el pequeño Citröen C2 de alquiler, entran al local y me
dicen que todos los testigos del coche están encendidos y que el reproductor de
CD no funciona. Inmediatamente me dirijo a buscar el coche, que está
estacionado a unos doscientos metros, para aparcarlo por fuera del
supermercado. Veo que el motor funciona a la perfección y que arranca sin
problema alguno, pero los testigos están todos encendidos y ni el velocímetro ni
ninguno de los marcadores de nivel de gasolina, temperatura, kilómetros, etc.,
funcionan. Dado que el problema parece que es de tipo electrónico, lo primero
que se me viene a la mente es intentar desconectar los bornes de la batería,
pero he aquí que Juanjo, el cuñado de Encarna, me advierte de que lo mejor sería
llamar a National-Atesa, la empresa que me alquiló el coche, para que
manden alguien que me solucione el problema. Quizás por aquel respeto hacía los
mayores -aunque la diferencia solo sea de unos pocos años- que me
inculcaron desde pequeño, y también porque es una persona que me inspira
confianza, le hago caso a pies juntillas; Juanjo, no te enfades si lees estas
páginas, pero en mala hora seguí tu consejo. Para no aburrir al lector con esta historia, intentaré resumirla lo más
posible:
Llamo al teléfono de asistencia de National-Atesa, y aquí empieza lo
bueno. La persona que me atiende, me tiene no se cuantos minutos al teléfono,
haciéndome cincuenta mil preguntas, la mayoría de ellas completamente absurdas,
hasta que en un momento determinado le corto para decirle que ya está bien de
preguntas y que por favor me solucione el problema de una vez por todas. Parece
que esto surte efecto y por fin me dice que una grúa vendrá en mi auxilio dentro
una media hora. Encarna y Peter - desde aquí, mi agradecimiento- deciden
quedarse conmigo, mientras el resto del grupo se va, en los otros dos coches, a
Tardelcuende, ya que la hora de comer se acerca. Al cabo de un rato aparece la
grúa -Grúas Vicente, creo recordar- y después de ver el problema y de
unas cuantas llamadas, me dice que hasta después de las cuatro de la tarde no
puede decidir qué hacer, ya que hasta esa hora no hay nadie en la sección
correspondiente de las oficinas de National-Atesa. El problema reside en
que esta empresa no tiene sucursal en Soria, para cambiarme el coche sobre la
marcha, que hubiera sido lo más lógico, y por lo tanto habría que decidir si
remolcar el coche hasta Soria o Burgos para que lo viesen en la casa Citröen.
Aconsejados por Vicente, persona de lo más amable, vamos a comer al
Restaurante Pedro, en la calle Antonio Machado nº 8, en la trasera de la
gasolinera de Campsa. Tomamos el menú del día a 8 euros, correcto y
punto. Volvemos al coche, por fuera del supermercado, hasta que llega Vicente
sobre las cuatro de la tarde. A partir de aquí hay un batiburrillo de llamadas
telefónicas entre todas las partes en conflicto. La cosa se retrasa cada vez
más. Vicente se va, pues según parece tiene que hacer otro servicio y nos dice
que un compañero suyo vendrá con otra grúa para llevar el coche hasta Soria,
como así ocurre. Mientras tanto, Juanjo viene a buscar a Encarna y Peter
para volver a Tardelcuende. Una vez en la casa Citröen, en Soria, le comento a
los mecánicos el problema que tiene el coche, y con una media sonrisa me
contestan que se arregla desconectando la batería durante unos minutos. En fin,
que yo tenía razón con mi planteamiento inicial. Desde aquí, y al igual que me
ocurrió al principio del viaje con el cobro desmesurado de las tasas de
aeropuerto, un gran tirón de orejas a National-Atesa por la atención tan
deficiente que tuvieron conmigo para resolverme el problema. Supongo que, salvo
causas de fuerza mayor, nunca más alquilaré un coche en esta empresa.
Ya por la tarde, después de un rato de tertulia y de jugar a la baraja en la
casa de Tardelcuende, decidimos dar una vuelta. Lo primero que se me viene a la
mente es ir a un pueblo cercano que se llama
Andaluz, donde supuestamente hay un pequeño bosque de secuoyas.
Este pueblo, bautizado así por haber sido repoblado por gentes del sur en el
siglo XI, tuvo el primer fuero de Castilla, otorgado en el año 1089, en tiempos
de Alfonso VI, por el conde Gonzalo Nuñez de Lara. Nada más llegar, nos
encontramos con una casa de lo más curiosa (imagen de la derecha), con una
lápida donde aparece escrito 1951; seguramente, el año en que se construyó. También hay por allí dos
chiquillos, a los que les preguntamos por el famoso bosque, de lo cual no tienen
ni idea. Lo mismo nos ocurre con una viejecita, a la cual volveremos a ver algo
más tarde; son algunos de las dos decenas de habitantes que viven en Andaluz.
Un poco más arriba, nos topamos con una iglesia románica y su maravillosa
galería porticada (imagen de la izquierda). El templo, dedicado a San Miguel
Arcángel, data del año 1114, según reza en su portada, al igual que el nombre
del maestro que lo construyó, un tal Subpirianus. IN NOMINE D(OM)INI
N(OST)RI IN HONOR(E) EX MICAEL ARCANGEL ERA MC QUINCUAGENA II SUBPIRIANUS ME
FECIT. Muchos son sus puntos de interés: la portada meridional con capiteles
vegetales y zoomórficos (dragones alados), y sobre todo la galería porticada,
que en tiempos tenía tres frentes al sur (el de la imagen), al oeste y al este,
ésta última desaparecida.
Desde las cercanías de la iglesia, donde
nos encontramos con algunos viejos utensilios de labranza, se divisa un espléndido paisaje de campos de cereales.
Entre otros artefactos abandonados (imagen de la derecha), hay una máquina de alventar
(deformación de aventar; actividad de la trilla consistente en echar al viento
el grano y la paja para que al caer queden separados)
sobre la que nos dan todo tipo de explicaciones, Paqui y Mari Cruz, las hermanas de Encarna. Lo que no se nos
pasa por la cabeza es que entre toda aquella herrumbre pudiera estar camuflado
un condenado nido de avispas. Éstas, que salen despavoridas detrás de nosotros,
le dejan un recuerdo al pobre Niall. Después de mucho deliberar y de pedir
consejo a unos y a otros, la viejecita a la que nos habíamos dirigido
anteriormente, nos recomienda untarle la picadura con cieno. También nos indica
el lugar donde encontrarlo, en un arroyo cercano al sendero que va al
bosquecillo de fresnos centenarios. Sí, efectivamente, no secuoyas, sino
fresnos. Las secuoyas, según supe días después, están en
Matamala de Almazán.
El caso es que nos convertimos en una auténtica atracción para los pocos vecinos
del pueblo, que intentan, de una forma o de otra, mostrarnos su hospitalidad.
Entre todos ellos, destaca un matrimonio, ya mayor, que muy amablemente nos
enseñan su precioso huerto. En la foto de la izquierda puedes ver una muestra de
los sabrosos garbanzos que por primera vez en su vida, Eva, mi esposa, tiene
ocasión de probar. Y después de enseñarnos su huerto, el paisano nos acompaña por
el sendero, hasta llegar a la arboleda de fresnos centenarios (imagen de la
derecha), donde, en la lejanía, también
pasta en libertad una manada de caballos.
Para terminar el día, unos 8 kilómetros al sur por la SO-100, llegamos a
Berlanga de Duero,
ciudad que ya conocíamos de nuestra anterior visita a estas tierras de Soria.
Por lo tarde que es, nos limitamos a hacer un pequeño recorrido por sus
preciosas calles con casas porticadas (imagen de la izquierda) y el exterior de
algún que otro monumento. Su origen se remonta a la época romana y su
nombre procede del que recibió en honor del emperador Valero durante la
dominación romana: AUGUSTA VALERANICA. En el transcurso de su historia la
progresión etimológica de su nombre sufrió las siguientes transformaciones:
VALERANTIA – VALERANICA – VALERANGA – BERLANGA.
La importancia histórica de Berlanga se comprende por formar parte junto con las
fortalezas de Gormaz, Osma, San Esteban y Atienza de la línea que fuera
divisoria, durante toda la Edad Media, de los reinos moros y cristianos primero,
y de los castellanos y aragoneses más tarde. En el 1080 definitivamente la
reconquistó Alfonso VI quien, nueve años más tarde la donó a Ruy Díaz de
Vivar, el Cid Campeador, primer señor de Berlanga. El emperador
Carlos V, en 1529, elevó a marquesado el señorío de Berlanga, siendo los
primeros marqueses Don Juan de Tovar y Doña Juana Enríquez. El señorío y
marquesado de la familia Tovar y la unión de éste con la de Velasco fue decisivo
para la villa ya que en ella fijaron su residencia otras familias nobles. De
esta época data la colegiata (imagen de la derecha), de estilo
gótico-renacentista, construida en cuatro años (1526-1530) bajo la dirección del
prestigioso arquitecto burgalés Juan de Rasines. Sin duda, la historia de este
monumento, está íntimamente ligada a la de Fray Tomás de Berlanga, obispo de
Panamá, descubridor de las islas Galápagos y abanderado de los derechos de
los indígenas en las Américas recién descubiertas. En el interior del templo, a un
lado de la puerta principal, podemos ver la piel de un caimán (el ardacho) que Fray Tomás
trajo de las Indias, como curioso recuerdo de aquellos, por entonces, incógnitos
países. Tomás de Berlanga muere en el año 1551, siendo enterrado en un sarcófago
en la colegiata, en la capilla llamada de Los Cristos.
Por último, y ya casi anocheciendo, nos dirigimos a la zona donde se encuentra
el castillo (imagen de la izquierda) y el palacio de los marqueses
(imagen de la derecha). La familia Tovar levanta el castillo en el siglo XV sobre el original de los siglos X-XI, que fue destruido por Almanzor y
del que no quedan restos. En el siglo XVI, cuando el emperador Carlos V otorga
el rango de marquesado a los Tovar, se reconstruye el castillo, conservando sólo
algunos lienzos, un aljibe y la torre del homenaje de la anterior construcción
del siglo XV. El palacio, también construido por los marqueses en el siglo XVI,
es incendiado en 1811 por los franceses en su retirada durante la guerra de la
independencia, conservándose únicamente los restos de la fachada sur que puedes
ver en la foto. Aquí estuvieron alojados como rehenes, después de la batalla de
Pavía, dos hijos de Francisco I rey de Francia. Curiosamente, también pasaron
por aquí otros franceses ilustres, como Isabel de Valois, tercera esposa de
Felipe II, o Felipe V, primer Borbón que ocupó el trono de España.
Sin duda, el efecto madrugón que se ha producido en la casa, originado
por las buenas costumbres de nuestros invitados, ha sido de lo más beneficioso
para mi persona -no así para mi esposa y para mi hijo- que por fin veo como iniciamos la jornada a una hora razonable. Nuestra
meta de hoy es visitar las ruinas de Tiermes.
En nuestra anterior estancia por estas tierras, oí por primera vez hablar de
Tiermes a Laurie y Jesús, dueños del
Palacio de Brías -a los que
iremos a visitar al día siguiente- y desde entonces siempre tuve la curiosidad
de conocer este otro enclave de los arévacos, no tan conocido como
Numancia, pero que también fue un foco de resistencia heroica ante al ataque de
las legiones romanas.
La ruta de hoy nos lleva en primer lugar hasta Berlanga y desde aquí el camino
hasta Tiermes está perfectamente señalizado, sin pérdida posible; solo advertir
que el firme de los últimos kilómetros está bastante deteriorado. En primer
lugar visitamos el museo, que contiene una selección de los materiales
arqueológicos que se han ido encontrando en el yacimiento, pero que, desde mi
punto de vista, no vale demasiado, ¡ah!, y con un portero bastante antipático. A
no demasiada distancia del museo -especialmente en los meses de calor, es conveniente tomar el coche- se encuentra el yacimiento, donde nada más aparcar
nos topamos con la ermita románica
que puedes ver en la foto. El templo se construyó sobre el solar de una
antigua basílica paleocristiana y en la galería edificada a finales del siglo XII, alrededor del 1182 según indica una inscripción, se reutilizaron capiteles
del antiguo claustro del monasterio de Sancta Maria de Termis que data de
1136. Pero antes de comenzar la visita del yacimiento, sepamos algo más sobre
sus orígenes; el texto lo he sacado del folleto que me entregaron en el museo
junto con las entradas.
Algunas ciudades inscriben su nombre en la Historia por los hechos de sus habitantes en defensa de su independencia y libertad. Durante la terrible y larga Guerra Celtibérica, Roma envió en vano durante años su poderoso ejército contra un pueblo pobre y alejado de las tierras ricas de Hispania: los ARÉVACOS, los más guerreros y atrevidos entre los Celtíberos, cuyas ciudades, principalmente Numancia y Tiermes, fueron inexpugnables a la máquina militar romana hasta convertirse, la primera de las citadas, en el terror de la República.
Tiermes no fue sometida hasta el año 98 a.C, fecha en la que el cónsul Tito Didio, tras su victoria, obligó a bajar a la población de la ciudad al llano, abandonando la acrópolis que coronaba el cerro e impidiendo a sus habitantes amurallar el nuevo lugar.
Los restos arqueológicos más antiguos hallados en Tiermes corresponden a la etapa celtibérica, desde mediados del siglo VI a.C.; no obstante, todavía se han descubierto otros testimonios de la cultura material del hombre cuya datación nos aleja más en el tiempo, pudiendo fecharse en la primera mitad del segundo milenio a.C. A pesar de lo dicho, las fuentes escritas sobre Tiermes son escasas y muy parcas en sus comentarios; así, la primera cita de la existencia del lugar la hace Apiano, afirmando que se trataba de uno de los núcleos arévacos más importantes. La noticia se fecha en el 143 a.C., cuando el citado autor narra detalles sobre
las Guerras Celtibéricas.
Algunas otras notificaciones respecto a la existencia del lugar, a hechos de armas y acciones o particularidades de los Celtíberos completan un panorama que no deja entrever la importancia real
de Tiermes en el mundo prerromano, ni conocer los usos y formas de vida de la zona donde se enclava: solamente la excavación de la necrópolis celtibérica está aportando noticias importantes, referidas tanto a su ritual funerario como a las diferencias entre los ajuares exhumados, correspondientes a las diversas etapas que pueden distinguirse en el mundo celtibérico.
El silencio de las fuentes y la ignorancia sobre los últimos 2.500 años de historia de Tiermes se ha comenzado a romper con las excavaciones arqueológicas que, desde 1975, se vienen realizando de manera continua en este Yacimiento.
El nombre originario fue el de Termes, como se refleja en las fuentes clásicas y medievales, asi como en los testimonios epigráficos. Solo Apiano y Diodoro utilizan otros, caso de Termentia, quizá por homofonía con Numancia, la ciudad celtíbera más afamada de la época.
El nombre de Termes se mantuvo hasta comienzos del siglo XIII. Desde entonces se aprecia una evolución lingüística dando como resultado la denominación que hoy conocemos, Tiermes, produciéndose la diptongación de la primera vocal
e en ie, aspecto común en la evolución del castellano, cambiando el vocablo Termes en Tiermes.
Un consejo, antes de continuar: procura hacer una visita guiada, que en
nuestro caso no fue posible dado que llegamos demasiado temprano. Puedes llamar
al 975-352-051, que es el teléfono del museo, para informarte de los horarios.
Según parece, solo las organizan durante los meses de julio y agosto. En cuanto
a la visita, y para no aburrir, solo voy a detenerme en la descripción de los monumentos
más significativos. Para ello, me he basado en los textos de los paneles
explicativos que existen en el yacimiento así como en las páginas de
Tiermes.net.
El rasgo más característico de Tiermes lo constituye la arquitectura rupestre, de origen celtibérico y amplio desarrollo en el periodo romano. La roca arenisca, blanda y fácil de trabajar, es el soporte de las construcciones tanto públicas como privadas.
El Graderío (imagen de la derecha) es un edificio público, interpretado indistintamente como teatro, anfiteatro, área de reuniones o recinto sagrado. Aparece dividido en varios sectores y tendría unas medidas de 60 metros de anchura por 150 metros de longitud. Las gradas se adaptan a la topografía del cerro, combinando los tramos rectos con otros ligeramente curvos, y en el lado Oeste se excavó una escalinata de acceso.
A continuación vemos el conjunto rupestre del sur (imagen de la
izquierda). Las viviendas de origen celtibérico y apogeo en época romana, fueron
edificadas mediante una doble técnica constructiva. La parte posterior fue
excavada en la arenisca y las paredes rocosas se embellecen con estuco, pinturas
murales o mármol. La casa se prolongaba al exterior con muros de mampostería que
conformarían la fachada. Se reconocen once habitaciones distribuidas en dos
áreas comunicadas por una escalera. Por los huecos conservados en las paredes,
donde asentarían las vigas de madera, sabemos que tuvieron dos plantas y sótanos
de dos alturas. En la terraza más elevada (esquina superior derecha de la
imagen) se mantiene en pie la esquina del edificio de las termas o
baños públicos que también servían como centros de ocio y diversión. Sus
estancias eran el caldarium o baño con agua caliente, conseguido mediante
un complejo sistema de atarjeas; el frigidarium, o gran piscina de agua
fría a la que se bajaba por unas escaleras y el tepidarium o salas de
baños tibios, con suelo de mosaico.
En el farallón meridional nos encontramos esta construcción, también llamada
Casa de Pedro (imagen de la derecha), con una escalera central que divide
en dos la misma. A ambos lados se abren accesos a estancias. En el lado derecho
se accede a una habitación completamente excavada en la roca, con un gran
ventanal que ha sufrido la erosión del tiempo y un segundo acceso que comunica
esta habitación con otras estancias anexas. En el lado izquierdo las
habitaciones tenían techumbre realizada con vigas y tejas y aún conservan los
goznes de la puerta de acceso. Una habitación excavada en la roca presenta una
puerta de acceso con arco desde otra habitación vecina.
La casa del acueducto (vista parcial en la imagen de la izquierda) se trata de una gran mansión privada, la primera excavada en todas sus proporciones en Tiermes, cuya superficie ocupa una manzana completa, con un total de 1800 m2. Queda delimitada por cuatro calles excavadas en la roca y se encuentra orientada a mediodía. Se ubica junto al canal sur del Acueducto, que forma el límite septentrional de la mansión, y cuya función le sirve de apelativo.
A juzgar por la planta, la casa tiene una forma constructiva de corte clásico,
aunque acoplándose a la topografía del terreno, lo que obligó a alterar alguna
de las disposiciones en la distribución de las dependencias.
La construcción del canal del acueducto, como obra hidráulica de
abastecimiento de agua potable a la ciudad es una de las actuaciones públicas
más importantes de Tiermes. En la actualidad se conocen varios tramos excavados
y la galería subterránea del lado sur, cuya entrada puedes ver en la imagen de
la derecha. El abastecimiento o captación del agua se hacía desde un manantial
del río Pedro y llegaba a la ciudad por medio de un acueducto excavado en
la roca arenisca, con tramos aéreos para salvar los desniveles del terreno. Una
vez que llegaba hasta la ciudad y cerca de la puerta del Oeste, se
dividía en dos ramales: el Norte, que circunda el cerro por este lado y
del que hay excavados varios tramos siguiendo su recorrido; y el Sur, del
que forma parte la galería subterránea. Esta galería desemboca en un pozo de
decantación al aire libre para sedimentar las partículas que el agua
transportaba y un canal de mayor anchura tapado por losas. En estas
páginas
tienes un amplio estudio sobre el abastecimiento de aguas romano a Tiermes, y
para terminar, un consejo: procura llevar una linterna -yo la tenía preparada y
la olvidé en la casa- para poder recorrer la galería.
Ya se acerca la hora de comer, y aunque mis preferencias van más encaminadas a
hacer una barbacoa en la casa de Tardelcuende -después de lo acontecido ayer, me
quedé con las ganas- Encarna y Peter se empeñan en invitarnos a comer, detalle
que se agradece inmensamente. Decidimos ir a El Burgo de Osma, y en el
camino, la buena de Paqui se marea en el coche, razón por la cual tenemos que
hacer una parada técnica. Una vez en El Burgo y después de dejar a Dexter
dentro del coche, nos disponemos a buscar uno de los restaurantes que aparecen
en la famosa guía. El caso es que está cerrado, así que después de inspeccionar
la calle Mayor a lo ancho y a lo largo, decidimos comer en el Restaurante
Asador El Burgo, en la calle Mayor nº 71. Mi consejo, a no ser que tengas
mucha hambre, es que, para tres personas, pidas dos menú degustación -27€
cada menú- pues es más que suficiente. De entrantes: revuelto de
setas y espárragos, morcilla, pimientos asados, chorizo y corteza de cerdo
galáctica. De segundo, como no: lechazo asado (en la foto), magnífico. De
postre: crema de cuajada con mermelada de moras, ultragaláctica. Todo
ello regado con un magnífico Ribera del Duero, ¡ah!, y también el
servicio es digno de destacar.
Después de comer, decidimos dar una vuelta y acercarnos a visitar la
catedral, pero he aquí que comienza a llover muy fuerte con acompañamiento de
truenos y relámpagos, así que mientras el resto del grupo emprende el recorrido
turístico, Eva y yo nos vamos al coche, pues tememos por el pobre Dexter que
debe estar muerto de miedo.
Una vez que escampa, vuelve el resto del grupo y acordamos ir al cañón del
río Lobos, para que no se queden con las ganas de conocerlo.
Desgraciadamente, debido a las tormentas, el panorama con el que nos encontramos
no tiene mucho que ver con el del otro día. Aparcamos los coches en el tercer y
último parking, el de Valdecea, donde Dexter tiene un pequeño
incidente, con un congénere, del que sale indemne, al igual que su
oponente, y victorioso; lo que hace haber sido perro callejero.
Intentamos ir hasta la ermita por el sendero bordeando el río, pero nos es
imposible debido a que ha habido derrumbamientos e incluso las aguas -nada que
ver con el líquido cristalino de hace dos días- se han desbordado en algunos
puntos. Tampoco se escucha pájaro alguno ni se ven buitres leonados merodeando
en las alturas. Ya de vuelta, paramos en el mirador, con el mismo resultado
negativo: los buitres, supongo que debido a la tormenta, deben estar recogidos
en sus nidos.
Y para terminar el día, una ¿relajante? partida de cartas en la gran mesa de
la cocina.
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Eva y Paulino hijo.
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Peter, Juanjo y Paqui.
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Paqui, Niall, Encarna y Mari Cruz.
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Hoy toca día de despedidas, pues por una parte nuestro amigos ya se van de
vuelta hacia Alcalá de Henares y por otra, es nuestro último día en estas
tierras sorianas. Después de los adioses, tomamos rumbo hacía
Tajueco
donde nos han dicho que hacen una bonita cerámica vidriada. Allí en el alfar del
señor Almazán -no estoy seguro si su nombre es Máximo o Alfonso- compramos el
bonito plato que puedes ver en la imagen de la izquierda.
Hoy toca acabar de hacer los deberes y uno de los que nos queda pendiente es
visitar el pueblo de
Brías y su
Palacio de
finales del siglo XVII, hoy convertido en una preciosa casa rural regentada por
un matrimonio que rezuma amabilidad por los cuatro costados: Laurie Wallace y
Jesús Herrero. Como ya he dicho anteriormente, aquí estuvimos alojados un par de
días en el verano de 1996, cuando nuestro hijo Paulino tenía solamente seis
años, y siempre nos ha quedado un recuerdo inolvidable de esta casa. Muy
amablemente, Laurie -Jesús no está pues ha ido a Berlanga a hacer algunas
compras- nos enseña toda la casa al completo así como los jardines. Las mejoras,
tanto en el interior como en el exterior, que han hecho en estos diez años, nos
dejan impresionados. Nos informa que tienen vacante un puesto de jardinero y le
ofrece a Paulino la posibilidad de trabajar en la casa, con habitación y comida
aparte del sueldo; nunca se sabe. También nos comenta de algunas casas en venta
tanto en Brías como en
Abanco, pueblo vecino a solo dos kilómetros, donde sus únicos habitantes, un matrimonio
colombiano, venden dos casas por 90.000€ en total.
A unos 8 kilómetros de Berlanga en dirección a Caltojar y Bordecorex por la
SO-152, y poco después de pasar el pueblo de
Casillas de
Berlanga, vemos un desvío a la derecha indicándonos el camino a la ermita
de
San Baudelio de Berlanga,
otro de nuestros deberes pendientes. Esta ermita mozárabe, quizás antes
mezquita, de nave única y cabecera rectangular, fue construida a fines del siglo
XI. La sencillez de su fábrica exterior (foto superior izquierda) sólo se ve alterada por la presencia de
una puerta con doble arco de herradura. En el centro de la nave destaca una gran
columna (imagen superior derecha) de la que arrancan ocho arcos de herradura, a
modo de ramas de palmera, que sujetan la bóveda esquifada.
La ermita
contenía una magnífica colección de frescos mozárabes del siglo XI, románicos del XII y renacentistas, en su mayoría de temas no religiosos.
Desgraciadamente las mejores pinturas fueron vendidas por los propios vecinos en
1925 a coleccionistas norteamericanos, entre otros un tal Leon Levy. Parte de
las pinturas pudieron ser recuperadas por el Museo del Prado, el resto se
encuentra repartido entre museos americanos y colecciones particulares. Hoy,nos
tenemos que conformar con lo que dejaron y con los restos de pintura que
impregnaron las capas inferiores de las arrancadas, que al menos dejan adivinar
su riqueza. Sin embargo recientemente, en un trabajo sin precedentes en España,
se han reimplantado parte de los frescos originales y se han restaurado y
consolidado los que allí permanecían.
A pocos kilómetros, siguiendo el curso del río Torete por la SO-152, y pasado
Caltojar, llegamos a un pueblo de curioso nombre:
Bordecorex,
el último de nuestros deberes pendientes.
Guillermo
García ofrece varias explicaciones del topónimo Bordecorex.
Por una parte, el referido a Walcorari, Val de Coraxi, Bordecoreix,
Bordecoréx o Borg-Coraxi (Borg=torre de Coréx
o Coreix). Por otra, apunta el posible significado de borde de
la frontera del Duero. Se ha generalizado sin embargo la creencia de que
proviene de Borg Al-Quraysi, siendo éste un nombre atribuido a
Almanzor, que como ya dije en la jornada del día 11, y según la
tradición, murió en este lugar, para luego ser enterrado en Medinaceli.
Pero lo que realmente nos interesa de este pueblo es visitar
la escuela del ayer, una especie de museo situado en la antigua escuela que
nos retrotrae a nuestra más tierna infancia. De entre la docena de habitantes
del pueblo, al primer paisano que le preguntamos resulta ser el que tiene las
llaves de la escuela. Entre otras muchos objetos y recuerdos de la época como
libros y enciclopedias escolares (Quijote y libro de España de la
editorial Luis Vives), libros de actas, notas de alumnos, mapas
murales y pupitres, no podían faltar la estufa en medio del aula, o el retrato
de Franco encima de la pizarra.
A partir de aquí, nuestra idea es enlazar con Almazán, pasando por el cercano
pueblo de Fuentegelmes. Según el mapa, son unos 5 kilómetros de carretera sin
asfaltar. Como me suele pasar sistemáticamente en todos mis viajes, no podía
faltar una incursión por caminos infernales. Si no tienes demasiada prisa, te
aconsejo dar media vuelta y desandar lo andado, a no ser que quieras sentirte
como un corredor del rally Dakar. Cuando llegamos a Fuentegelmes
paro al lado de unas casas donde el típico perrillo guardián de pueblo, poco mayor
que Dexter, alerta con sus ladridos a una viejecita que muy amablemente nos indica
el camino a seguir hasta Almazán.
Después de comer en la casa de Tardelcuende, nos acercamos a
Quintana Redonda,
donde, como ya expliqué anteriormente,
intentamos adquirir algún ejemplar de cerámica negra, con resultado negativo, lo
mismo que el intento de visitar los restos de la villa romana de Cuevas de
Soria, que, como no, está en proceso de restauración. Como colofón a este
nuestro último día, y aunque me fastidie decirlo, no puedo dejar de contar la
noche tan desagradable que pasamos debido a la juerga-botellón que tenían montada
algunos gamberros del pueblo y que duró hasta altas horas de la madrugada; aviso
a caminantes.
Han sido catorce días maravillosos, inolvidables y enriquecedores, de los que he
intentado, de la mejor manera posible, dejar constancia en este relato. Me ha
costado llegar hasta el final y supongo que haré alguna revisión que otra, es lo
bueno y lo malo de Internet, pero sobre todo, si has tenido la paciencia y
voluntad de leer todo el texto, mil gracias por ello, ¡ah!, y espero que, como
mínimo, te haya servido de ayuda.
<<< F I N >>>
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Última revisión:
12-08-2009.
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