Esto es simplemente el relato del reciente viaje que hemos
hecho por tierras de
Castilla y León entre el 30 de junio y 15 de julio de 2006. No pretende
aspirar a premio alguno de literatura ni nada que se le parezca, solo
eso, una especie de diario pormenorizado de todas las visitas
realizadas, algunos consejos que espero sean de utilidad, anécdotas y
por supuesto, fotos. En cuanto a esto último, y antes de empezar con el
diario, he de contar mi decepción ante el error cometido, de auténtico
principiante y del cual dejo constancia como primer consejo. Por
cierto, gracias a mi hermano Juan por aclarármelo. Esto es lo que me
ocurrió:
En los viajes, mi esposa Eva suele llevar la cámara de fotos
y yo la cámara de vídeo que también permite sacar fotos. El caso es que
el filtro protector del objetivo de la cámara de vídeo, me ha producido
en la mayoría de las imágenes, el llamado efecto del viñeteado,
que consiste en el sombreado de las cuatro esquinas de las fotos. Con
mucha
paciencia, buen software e imaginación, he intentado solventar este
problema que espero
no se note mucho en las fotos sacadas por mi, pues las de Eva están
perfectas. Todas las imágenes podrás verlas en mayor tamaño señalando
con el ratón en cada una de ellas.
Algunas de las imágenes han sido sacadas directamente de la
filmación
digital en DVD (704 x 576) y convertidas a formato JPG, por lo cual, la
calidad deja mucho que desear cuando la amplias. De cualquier forma, su
finalidad es meramente la de ilustrar el texto.
Debido a la extensión del texto y a la gran cantidad de
imágenes y para que la carga de la página no se demore demasiado, he
considerado oportuno dividir el texto en dos páginas, con una primera
parte entre el 30 de Junio y el 7 de Julio que se desarrolla en
Palencia y Valladolid y una segunda parte entre el 8 y el 15 de julio
en Soria.
Por último, solo decirte que para cualquier sugerencia o
aclaración, no dudes en escribirme.
En este viaje, nos hemos decidido a llevar a nuestro perro, Dexter,
así que como era de esperar, la cosa empieza con clavada de 40
€ por llevar a un animalito de 4 kilos que va dormido en una bolsa y
que no molesta absolutamente a nadie. Esto es lo que te cobran en Spanair,
desconozco las tarifas de otras compañías. Te permiten llevar, en
cabina, una mascota de hasta 6 kilos, pero te cobran lo mismo pese 1
kilo o pese 6. En fin, que nos sale más caro que el pasaje de uno de
nosotros. Se me olvidaba comentar la actitud prepotente de uno de
los guardas de seguridaddel aeropuerto de Los Rodeos
(Tenerife) que una vez pasados los controles de turno, nos ordenó meter
a Dexter dentro del transportín, orden que lógicamente
ignoramos, pues que yo sepa, solo es obligatorio dentro del avión. El
perro ya había volado unas cuantas veces con nosotros y nunca nos había
ocurrido algo parecido.
El avión, un Airbus 320, llega a Barajas, con algo de
retraso, sobre las 9 de la noche. Me dirijo a la oficina de
alquiler de coches de National-Atesa. En la cola, detrás de mi,
hay un tipo de lo más nervioso, con intenciones de avalanzarse hacía el
mostrador a las primeras de cambio, y por delante, un matrimonio
inglés con dos niños absolutamente mal educados. La cosa se complica
con los ingleses, así que cuando llega mi turno, la persona que me
atiende, está que echa humo, y se pone aun más caliente cuando ve la
ingente cantidad de talones Week-End Plan que la chica de la
agencia de Halcón Viajes en Tenerife había preparado; algo que
se podría haber reducido a diez talones como mucho, se convierte en
setenta u ochenta de todos los colores. Al final, todo estalla cuando
el oficinista me dice que aparte de los 510 € que he pagado con los
talones, tengo que abonar 58,58 € en concepto de
cargo de aeropuerto, según reza en la factura que puedes ver a la
derecha. Recuerdo haber pagado alguna vez, cuando todavía funcionábamos
en pesetas, tres mil y pico, pero es que estamos hablando de casi diez
mil. Te puedes imaginar las discusiones, hoja de reclamaciones que no
tienen, la cola por detrás que aumenta cada vez más, etc. Al final y a
regañadientes, me llevo el coche... mañana será otro día.
Desde aquí, le doy un tirón de orejas a la chica de Halcón
Viajes por haber hecho el desglose absurdo de talones y por no
informarme de la burrada que me iban a cobrar en concepto de cargo
de aeropuerto, que al día de hoy desconozco si es correcto; espero
averiguarlo lo antes posible. De cualquier forma, como comprenderás, mi
consejo es que evites alquilar el coche en el aeropuerto, a no ser que
te aseguren por activa y por pasiva que ya están incluidos todos los
cargos. El problema surge cuando llegas fuera del horario normal de
oficinas y tienes que salir de ruta por la noche, pues no te queda más
remedio que recogerlo en las oficinas del aeropuerto, que suelen estar
abiertas hasta las 12 de la noche. Sin embargo, en nuestro caso,
podríamos habernos ahorrado todo el embrollo, tomando el metro hacia
Madrid, y recogiendo el coche a la mañana siguiente en cualquiera de
las oficinas de la ciudad.
Pasamos la noche del viernes en Madrid. El calor, a pesar de
ser
intenso, es soportable.
Siempre he preferido el calor o el frío seco y mesetario de Madrid a la
humedad del mar, aun habiendo nacido en tierra circundada por el reino
de Poseidón; supongo que en esto
de las preferencias, algo tendrá que ver mi ascendencia maragata.
Como suele suceder, madrugo más que nadie, así que aprovecho
para salir
a dar un largo paseo con el bueno de Dexter. Después del paseo
y de desayunar, salimos de casa sobre las diez de la mañana en
dirección a Las Rozas para encontrarnos unos minutos con mi
hermano Juan. En la tienda de Pilar, creo que así se llama, compramos
las famosas magdalenas caseras que tanto le gustan a mi hermano y de
las que daremos buena cuenta durante el camino. Mientras esperamos a
Juan, Dexter hace algunos amigos y también enemigos; gran
problema el de los perros que van con sus dueños pero sin estar atados,
sobre todo porque la mayoría de las veces los amos no son capaces de
controlarlos.
Salimos de Las Rozas, tomamos la A6 en dirección a La Coruña,
y al
llegar a Guadarrama, en vez
de seguir por la autopista y túnel de peaje, nos vamos por el Alto de
los Leones, ruta mucho más bonita e interesante, hasta enlazar de nuevo
con la A6 en Adanero, ya en la provincia de Ávila. Curiosamente, a
pesar de ser conocido por todo el mundo como Alto de los Leones,
realmente es el Alto del León, llamado así por la estatua de un
león hecha en piedra que hay en su cima, a 1.511 metros de altura sobre
el nivel del mar. Sin embargo, durante los años del franquismo, se le
llamó Alto de los Leones de Castilla o simplemente Alto de los Leones y
así ha trascendido hasta nuestros días, en homenaje a las tropas del
bloque nacional, por su actuación durante la tarde del 22 de julio de
1936. La historia es más o menos como sigue:
El Alto del León es ocupado al amanecer del día 22 de Julio
por las
tropas republicanas mandadas por el coronel Enrique Castillo, sin
encontrar ningún tipo de resistencia dada la ausencia total del
enemigo. Al caer la tarde de ese mismo día, las tropas nacionales
mandadas por el capitán Enrique Guiloche, flanqueadas por la izquierda
por una compañía del regimiento de San Quintín y un grupo de
falangistas mandados por José Antonio Girón, y por la derecha dos
compañías del mismo regimiento y otro grupo de falangistas mandados por
el capitán Ortiz, tras duros combates, hacen retroceder a las tropas
del coronel Castillo, conquistando y ocupando la explanada del puerto.
Llegamos a Dueñas, sobre las 2 de la tarde.
Encontramos
rápidamente la bonita casa rural que hemos alquilado;Las
Calzadas. Sobre la casa, esto es lo que he escrito
recientemente en el foro de Top Rural:
Efectivamente, una casa cautivadora. Confirmo punto por punto
lo que dicen los otros comentarios, para lo bueno y para lo menos
bueno. Como todas las cosas de la vida, tiene sus puntos débiles, pero
quedan en un segundo plano debido al encanto especial que tiene esta
casa, así como sus dueños, María y Alberto, el pueblo de Dueñas, el
Monasterio de la Trapa, las bodegas, el lechazo asado, el Canal de
Castilla y tantas otras razones para volver, como así esperamos hacer
algún día. Por destacar algo de la casa, me quedo con el porche y ese
maravilloso jardín rústico, lleno de pájaros a todas horas y si tenéis
perro, como era nuestro caso, se lo pasará de miedo. También quería
resaltar la situación estratégica de la que goza, por su cercanía al
pueblo, con todo a mano para ir andando; autoservicios, panadería,
comercios, bancos, farmacia, etc. Y para acabar, una sugerencia: un par
de bicicletas nos hubieran venido muy bien.
Después de situarnos, ver la casa, y todas esas cosas que uno
suele hacer cuando tomas posesión del castillo recién conquistado, nos
vamos a comer, aconsejados por María y Alberto, los dueños de la casa,
al Mesón El Arriero,a 5 minutos andando. La
comida, magnífica. Tomamos primero para picar un revuelto de
morcillas y piñones y de segundo lechazo asado, todo ello
acompañado de buen vino de Cigales. Nos sale la cuenta por 78
euros, pero la verdad es que el cordero los valía y el local también,
una umbría bodega con un frescor natural de lo más reconfortante,
presidida por un busto de Pepe Botella, que según cuentan, parece ser
que estuvo alojado en la conocida como "casa de Napoleón", situada
detrás de la Iglesia de Santa María y que puedes ver en la foto. A
propósito de esto, bien vale la pena recordar algunos hechos históricos
relacionados con Dueñas:
En el año 1078, Alfonso VI otorga el Fuero a Dueñas, lo que
le da
entidad y firmeza durante un siglo por depender directamente de la
corona.
Por diversas circunstancias, amos y señores de Dueñas fueron Leonor de
Inglaterra, Enrique de Trastámara y su amante Leonor Álvarez, y también
el Rey Juan II, que en el año 1439 la cede a la nobleza y la pone en
manos de Don Pedro de Acuña. Los Acuña, Condes de Buendía, tienen poder
y por la posición que mantienen, logran el 16-09-1468 en Guisando, que
Enrique IV reconozca a su hermana Isabel como su única y legítima
heredera, entre tanto, ya habían elegido como consorte a Fernando,
Príncipe de Aragón, al que, con la aprobación de su padre Juan de
Aragón, ayudan a trasladarse a Castilla disfrazado de arriero, entrando
en Dueñas el 9 de Octubre de 1469, para casarse con Isabel el 19 del
mismo mes y año en Valladolid.
Por circunstancias de la historia, en el palacio de los Buendía, Isabel
da a luz a su primera hija, Isabel, que fue bautizada en la pila
bautismal que aun se conserva en la iglesia de Santa María. Esta niña,
hija de los Reyes Católicos, se convertiría posteriormente en la Reina
de Portugal.
Pasa la historia y en el siglo XIX las tropas francesas se establecen
en el Monasterio de San Isidro (La Trapa) durante un largo periodo de
tiempo, albergándose durante unos días José Bonaparte (Pepe Botella),
entonces Rey de España, en la casa que ya hemos citado. Si te interesa,
aquí tienes
más información.
Después de una siesta interminable, producto de la abundancia
de comida
y bebida y del calor, nos vamos a comprar al supermercado, y más tarde,
a disfrutar de la casa, del jardín, de la cancha de baloncesto...
Hoy puede ser un gran día, así que nos levantamos tempranito,
a las ocho, con intenciones de ir a La Trapa, a la
misa de 11. La Abadía Cisterciense de San Isidoro, se encuentra muy
cerca de Dueñas. Hay que tomar la N-620 en dirección a Palencia y a
unos 2 kilómetros, el desvío a Venta de Baños. Una vez metidos en el
desvío, si cogemos a la izquierda y cruzamos el puente sobre la
autopista, podremos ir a la fábrica de chocolates que tiene un kiosco
para degustación y compra. Si cogemos a la derecha, sin cruzar el
puente, veremos un cartel, no muy claro, que nos indica el camino a La
Trapa; ojo no nos vayamos a ir hacía Venta de Baños. La
misa es verdaderamente espectacular, aunque yo eché en falta un poco
más de latín, por recordar viejos tiempos. Aproximadamente una hora y
cuarto de ceremonia, en la cual no faltaron, entre otros ingredientes,
inciensos de todos los aromas, la bendición a cada uno de los
asistentes con rama de olivo y agua bendita, la comunión con obleas
mojadas en vino y preciosos cánticos, algunos gregorianos, con
acompañamiento de órgano. Lo que más impresión me causó, fue el sumo
respeto y misticismo que imperaba entre los monjes y todos los
asistentes y del cual también nos contagiamos milagrosamente. Pero,
sepamos algo más del monasterio y sus moradores:
Los orígenes del monasterio se remontan, según el sentir
general de los
historiadores, al siglo VII, dentro del monacato hispano-visigótico. No
obstante, los datos documentales acerca de su existencia, sólo alcanzan
en la actualidad hasta los comienzos del siglo X cuando, tras la
invasión árabe, vuelve San Isidoro a ser repoblado por monjes
benedictinos, que fueron sus moradores ininterrumpidos hasta la
expulsión impuesta por la Desamortización de Mendizábal en 1835. En
1891, se reanuda la vida monástica, esta vez por los monjes
cistercienses de la Estrecha Observancia (O.C.S.O.), conocidos a menudo
como Trapenses, procedentes de la Abadía de Santa María del Desierto
(Francia), dando nacimiento a la comunidad actual de San Isidoro, como
se suele conocer habitualmente el monasterio.
El edificio monástico actual es testimonio de la larga
historia de la
abadía y de sus diversos períodos. La iglesia del monasterio es lo más
antiguo de sus edificaciones. Su construcción original se remonta al
siglo XI o comienzos del XII. Valiosas muestras de esta época son la
portada de acceso, sus ábsides y la torre-cimborrio que la corona. Tras
repetidos incendios y avatares a lo largo de su historia, el interior
actual del templo corresponde a la última restauración de 1926,
tratando de conservar su primitiva fisonomía en cuanto lo permitió su
entonces precario estado de conservación.
El monasterio, por su parte, corresponde en su construcción
actual al
siglo XVII, como sustitución del edificio precedente, desaparecido con
ocasión de uno de los incendios sufridos por la abadía. Se encuadra
plenamente en el estilo herreriano, propio de la época. El interior que
hoy contemplamos es también fruto de la restauración y adaptación de la
actual comunidad cisterciense, resultando claramente apreciables en él
las notas de sobriedad y sencillez que caracterizan su específico
estilo de vida monástica.
Como dije, los domingos, la misa es a las 11, y de diario, al
menos en
verano, a las 7
de la mañana. También es aconsejable asistir al Oficio de Completas
y canto de la Salve Regina,
todos los días de verano a las 20.45. En este enlace, del cual he tomado parte de la reseña
histórica, puedes saber más sobre el monasterio y en este otro sobre la fábrica
de chocolates.
Al mediodía, nos vamos a comer al Hostal El Zamorano,
que está a la entrada de Dueñas, según vienes de Valladolid. Es el
típico bar de camioneros de toda la vida, que casi nunca suele
fallar. El menú especial del domingo cuesta 12 euros, y está pero que
muy bien. De primero comemos unos guisantes con lechal, de
segundo un bacalao con pimientos ajo y cebolla, exquisito, y de
postre,
profiteroles y hojaldre. En la foto puedes ver la buena pinta que
tenía el bacalao. Otro día, pero de diario, repetimos la experiencia,
no con tan buena nota, por ser platos mas rutinarios, pero bien después
de todo. Ah, se me olvidaba hacer mención del buen servicio de mesa.
Como a la entrada del bar, a la izquierda, tienen una vitrina con una
buena colección de navajas para vender, aprovecho para comprar una
preciosa "made in Albacete" por 7,50€ , pues había olvidado en Madrid,
mi querida y útil navaja de Taramundi. Me resulta imprescindible este
instrumento, que siempre te saca de cualquier apuro a la hora de cortar
queso, chorizo, pan, fruta o lo que se tercie.
Después de comer y estar un rato en la casa, nos vamos de
ruta, en coche, por sitios más
o menos cercanos. Desde Dueñas tomamos la P-903, con dirección a
Ampudia. La carretera, pocos kilómetros después, pasa por el monte de
Dueñas, que al día siguiente
recorreremos caminando. Más adelante, a unos 20 kilómetros de Dueñas y
a 3 de Ampudia, llegamos al Santuario de Nuestra Señora de Alconada
o Arconada, regentado por religiosas cistercienses y que rodeado por
una pradera con fuentes y árboles, es un lugar delicioso para el
descanso y el silencio, y también con una bonita historia:
Según una antigua tradición, esta imagen fue venerada en
Ecija hasta la
dominación de los moros con el nombre de Nuestra Señora de los
Remedios. En el 714, por no dejarla expuesta al dominio de los moros,
los Capitanes Rogelio y Fadrique la cogieron y caminaron con ella hasta
Arconada, junto a Carrión de los Condes donde en una capilla
subterránea estuvo escondida hasta 1113, en que un labrador habiendo
observado un gran resplandor, se acercó, vio a la Virgen, y el pueblo,
en procesión solemne la llevó a la Iglesia y fue colocada en el altar
mayor con el nombre de Nuestra Señora del Socorro.
Allí permaneció hasta el año 1219, que con motivo de exigir
el Conde de
Carrión D. Juan a los vasallos de Arconada contribuciones especiales y
no pudiendo pagarlas, se refugiaron en la Iglesia. Habiendo puesto
fuego, el Conde, a las puertas de la Iglesia, se salió Nuestra Señora
por una ventana que miraba al oriente, a la vista de todos los que se
hallaban en la Iglesia y como invitándoles a que hiciesen lo mismo.
A los tres días se apareció a un pastor llamado Marcos, en el
Valle de
las Fuentes del término de Ampudia a quien habló de esta manera: "Marcos,
vuelve a la Villa, que el ganado que apacientas yo le cuidaré; di a los
Eclesiásticos y Seglares que la habitan, cómo aquí he llegado, y que
vengan por mi a este sitio donde me ves, que aquí quiero ser venerada y
servida de los fieles".
Al pobre Marcos no le hicieron caso, por lo cual tuvo que
volver una
segunda vez, y ante el asombro de todos, él, ciego de un ojo, se
presentó con la vista completa, razón más que suficiente para ser
creído. Fue llevada solemnemente a la Parroquia hasta que se terminó de
hacer el Santuario.
Noticioso de todo el Conde Don Juan, solicitó de los de
Ampudia que le diesen la Sagrada Imagen y al negarse, les puso pleito
ante el Señor Obispo de Palencia, que seguidos los trámites judiciales,
sentencian que la Virgen sea restituida a Arconada. Dispuso el Conde
una magnífica carroza tirada por tres pares de bueyes que reventaron al
no poder mover la carroza con la Virgen. Esto ocurrió varias veces, lo
cual fue interpretado como que la Virgen quería quedarse en Ampudia.
Así se revocó en el cielo, la sentencia que se había dado en la tierra.
Hasta no hace muchos años, la capilla de la izquierda del
Santuario,
estuvo reservada en el día de la Fiesta para todos aquellos que de
Arconada quisieran asistir.
Seguimos camino hacía la villa de Ampudia, declarada
Conjunto Histórico-Artístico en 1965. Desgraciadamente, solo podemos
ver el exterior del magnífico castillo del siglo XV, en muy
buen estado de conservación y actualmente propiedad de la
familia Fontaneda, ya que solo se puede visitar los sábados por la
mañana. Los alrededores del castillo están llenos de bodegas, al igual
que en Dueñas, con las chimeneas-respiraderos asomando por entre la
hierba de la colina, como puedes ver en la foto. Vemos, solo por fuera,
la Colegiata de San Miguel Arcángel, pues es domingo y ya se
sabe que los domingos por la tarde y los lunes cierran casi todo lo que
suene a museo o monumento. Iniciada a finales del siglo XIII y acabada
en el XVII, aunque no tiene un estilo concreto se la clasifica como
gótico-renacentista. Consta de tres naves ojivales y se adorna con
bóvedas de crucería y estrelladas. También me quedo con las ganas de
ver y escuchar el maravilloso órgano barroco que parece ser alberga en
su interior. La torre, de 62 metros de altura, recuerda vagamente a la
de la Catedral de Toledo, y es sin duda el emblema de Ampudia, o al
menos eso es lo que me parece. Y por último, destacar esas preciosas
calles porticadas, que tanto suelen abundar por estas tierras. En la Galería de Imágenes puedes ver
más fotos de esta bella localidad.
A 5 kilómetros de Ampudia, por la P-921, llegamos a Torremormojón.
El castillo, cuyo origen es del siglo X, se encuentra
emplazado en un elevado cerro, en las estribaciones de los montes
Torozos, desde el que se divisa un amplio panorama de la Tierra
de Campos, lo que le permite estar comunicado visualmente con los
castillos de Ampudia y Belmonte de Campos, en Palencia, y Montealegre,
en Valladolid. En el casco urbano destaca la iglesia parroquial de Santa
María del Castillo con su monumental torre románica de seis
cuerpos, del siglo XI-XII. La construcción del resto del templo es del
siglo XVI. También se pueden contemplar un conjunto de palomares en las
proximidades del pueblo. Señalando con el ratón en la imagen del mapa,
podrás ver el itinerario que hicimos en la tarde de este día.
Tomamos la CL-612, y a 12 kilómetros, pasado Villerías,
cambiamos, ya en la provincia de Valladolid, a la VA-912, para llegar a
Montealegre. Hacemos un pequeño alto para ver, por fuera,
el castillo, del siglo XIII-XIV. A continuación tomamos la
VA-912 hacía Valladolid, y a 9 kilómetros tenemos
Villalba de los Alcores. Aparcamos al lado de la iglesia de
Santiago, de la época de transición del Románico al Gótico, finales
del siglo XII y principios del XIII. En el siglo XVI, con arreglo a
trazas renacentistas, se levanta sobre la antigua torre la actual que
puedes ver en la foto. La Cerca del atrio se construye en los primeros
años del siglo XVII, y en los últimos años de XVIII se realizan el
Pórtico y la Sacristía nueva, obras que siguen un estilo Neoclásico.
Brevemente, pues hay misa, visitamos el interior. Parece ser que a
continuación hay procesión, pero dado lo tarde que es, preferimos
seguir nuestro camino.
Muy cerca de Villalba en dirección norte, por una carretera
que enlaza con la VA-943, se encuentra el Centro de Interpretación de
la Naturaleza de
Matallana. Este centro brinda una oportunidad única para ahondar en
los secretos de la naturaleza, al tiempo que permite descubrir los
restos del importante monasterio cisterciense de Santa María de
Matallana; algo podemos ver en la foto de la izquierda.
Desgraciadamente, son casi las 8 de la tarde, hora del cierre, así que
tenemos que conformarnos con ver el exterior y sin las explicaciones
del guía pertinente. Creo que debe valer la pena una visita más
pausada; otro vez será. Entre otras cosas, hay una sala de exposiciones
con muestras permanentes y temporales; un jardín botánico, que mantiene
la tradición desarrollada por los monjes; una zona con restos
arqueológicos pertenecientes al complejo monacal; un palomar
acondicionado para su visita y un recinto temático en el que se exhiben
más de 20 razas de ovejas de todo el mundo. Nos faltó por ver esto
último, así como la sala de exposiciones. El acceso es libre, previa
solicitud para grupos. El horario para grupos es, de lunes a domingos,
de 10:00 horas a 14:00 horas. El horario para visita individual es
sábados y domingos de 10:00 horas a 14:00 horas y de 17:00 horas a
20:00 horas. La entrada es gratuita. Más información en el teléfono
983-427-100 y en la Web
oficial.
Por hoy, ya está bien de ruta, así que tomamos la VA-943 /
P-943 en dirección a Ampudia y de vuelta a Dueñas. Pero como
todavía parece que nos quedan ganas, damos una vuelta por el pueblo,
aprovechando la caída del sol. Es una lástima que no esté mejor
conservado y con más uniformidad urbanística. Habría que destacar, por
encima de todo, la iglesia de Santa María de la Asunción. Este
templo del siglo XIII, pertenece al románico tardío, con planta de tres
naves y ábside semicircular con ventanas cegadas detrás del retablo.
Las naves laterales son de traza gótica, con crucería sencilla
apuntada. El Retablo del Altar Mayor es un auténtico tesoro de 1515,
tallado por los maestros Antonio y Alonso de Ampudia. En su interior se
aloja el Museo Parroquial donde se guardan algunos de los tesoros del
templo como un bellísimo Ecce Homo de Diego de Siloé, de 1525. Al lado
de la Plaza de España, se encuentra la iglesia de San Agustín,
actualmente en restauración. Su origen es del siglo XIII pero el
edificio actual obedece a una reforma de principios del siglo XVII.
Tiene una impresionante nave central y cúpula sobre columnas toscanas.
El resto de la edificación pertenece al Convento, hoy transformado en
Casa de Cultura Ana García. En ella está la Biblioteca y un
importantísimo Archivo Histórico con documentos desde el siglo XIII. A
falta de Web oficial del ayuntamiento, aquí
tienes mucha información sobre Dueñas; lástima que no esté actualizada.
La verdad es que ha sido un día muy largo pero reconfortante;
mañana espera caminata...
Amanece en Dueñas. Como de costumbre, me levanto casi al
tiempo que los pájaros y
aprovecho para regar con el frescor de la mañana. Voy a comprar pan y
magdalenas a la panadería Oviedo, muy cerca de la casa. Preparamos
comida y bebida para la caminata de hoy, por el monte de Dueñas. El día
es más que caluroso y aunque la intención es salir temprano para evitar
las horas más fuertes del sol, al final lo hacemos sobre las 10 de la
mañana. Salimos en el coche por la P-903 en dirección a Ampudia, por la
misma carretera de ayer por la tarde, y a unos 4 kilómetros de Dueñas,
a nuestra izquierda, las antenas repetidoras nos advierten del
desvío hacia la zona recreativa de Navalcó. Nuestra idea es
hacer una de las rutas de los chozos, la más larga, la del chozo de
Mundín.
Después de un par de kilómetros o quizás algo más, de pista forestal,
llegamos a una pradera donde hay un campo de fútbol, barbacoas, mesas,
etc. Pero ojo, que no hay fuentes, ni en el área recreativa ni
en la ruta que nosotros hicimos, así que procura ir bien provisto de
agua o vino para los más marchosos. En la pradera hay un mapa con las
distintas rutas e información. La que hemos escogido, según el mapa,
tiene unos 6 kilómetros y 2 horas de recorrido, pero pienso que quizás
sea algo más y que pueda haber algún error en la longitud del último
tramo. Según el mapa, este último trozo de camino, desde que cruzas la
pista forestal hasta que llegas de nuevo a la pradera y zona
recreativa, serían unos 2,5 kilómetros, pero a mi me resultaron
interminables y además no muy bien señalizado. Ojo, que me refiero
exclusivamente al último tramo, el resto no tiene pérdida.
El camino discurre por monte bajo, robles y muchas encinas,
algún que otro conejo y miles de mariposas con las que el viejo Dexter
se entretiene. Como dije, se echa de menos la presencia del agua fresca
de alguna fuente, pues la única que hay en la ruta que hemos tomado, ya
nos advierte un cartel de que está seca. A mitad de camino, más o
menos, llegamos al chozo de Mundín, que puedes ver en la foto
de la izquierda. Estos chozos, rodeados de corrales, al ser de
propiedad comunal, eran levantados por la paciencia de los propios
pastores en un proceso minucioso guiado por la sabiduría popular. Cada
hilera sucesiva de piedras se adentra un poco hasta dejar arriba la
esfera que se cubre con una bóveda falsa sujeta por la presión de su
propio peso y con tierra prensada. Recientemente, un campo de trabajo
internacional los recuperó durante cuatro veranos. Los pastores
jubilados, que conocían el secreto de estas construcciones, marcaron la
pauta a los jóvenes voluntarios. En esta página,
de la cual he tomado algunos datos, tienes
más información.
Una vez llegados al área recreativa, lo cual celebramos con
gran
alegría dada la angustia que nos había entrado en el último tramo al
pensar por momentos que nos habíamos perdido, nos buscamos mesa y
bancos con una buena sombra donde tomarnos los bocadillos y hasta la
última gota de agua.
Volvemos a la casa para reponer las provisiones de agua y
coger unos
mapas con el fin de hacer una nueva ruta vespertina de índole cultural.
Al final, entre el cansancio acumulado y el calor, acortamos el
recorrido, visitando solo dos de los pueblos que en un principio
teníamos previstos y dejando Frómista y demás pueblos del Camino de
Santiago para la jornada siguiente.
En primer lugar, visitamos Astudillo, precioso pueblo
a unos 30 kilómetros al norte de Palencia capital.
Desgraciadamente, no vemos todo lo que deberíamos haber visto; buena
disculpa para volver otro año. El entramado de sus calles obedece a una
concepción medieval que se ha visto respetada por el transcurso de los
tiempos. Bonita plaza mayor, con calles porticadas en los aledaños.
Vemos la iglesia gótica de San Pedro del siglo XVI (imagen a la
derecha del texto), con un retablo mayor de la misma época y varias
pinturas góticas, la de Santa Eugenia, también del mismo
siglo, fue ayuntamiento hasta la Edad moderna, y hoy es museo
parroquial que destaca por un retablo hispano flamenco gótico, tallas
romanistas y barrocas, casullas, y orfebrería litúrgica de los s. XIII
a XVII, y que para mi gusto es la más carismática (puedes verla junto
con otras imágenes de Astudillo, en la Galería de Imágenes), así como la iglesia gótica
de Santa María, del siglo XV, que guarda el sepulcro de don
Fernán Alonso de Astudillo y un retablo mayor del siglo XVI. En esta
iglesia estuvo el sepulcro de doña María de Padilla cuyos restos se
trasladaron a Sevilla en el siglo XVIII. Eso si, solo vemos el exterior
de todos estos monumentos, pues al ser lunes, no hay visitas.
Para terminar la visita, echamos un vistazo al convento e
iglesia de Santa Clara, del siglo XIV, que destaca por sus
paramentos y cubiertas mudéjares, algunas ya existentes cuando fue
palacio del rey Pedro I y de María de Padilla, fundadora de la
congregación. Como dije, nos quedaron por ver algunas cosas, como el
Castillo de la Mota (ojo, no confundir con el más famoso de Medina del
Campo, Valladolid), que fue construido en la segunda mitad del siglo
XV, sobre una fortificación del siglo XI, y por último, lo que me ha
producido más curiosidad y que se encuentra en las entrañas, un secreto
conocido por todos los habitantes del pueblo que se han aprestado a la
conservación de un verdadero tesoro patrimonial. Este secreto lo
constituye el entramado de bodegas o pasadizos medievales que minan una
gran parte de las casas astudillanas. La titularidad privada de
estos pasadizos y la ubicación dentro de las propias casas
dificultan la visita generalizada, aunque parece ser que puede
contemplarse alguna muestra interesante en la calle Subida a las
Bodegas (Peña Manguis y otras bodegas particulares). Espero volver
algún día para verlo con mis propios ojos.
A unos 4 kilómetros de Astudillo, en dirección a Frómista por
la P-431, se encuentra otro pueblo interesante: Santoyo. Solo
por ver la magnífica iglesia parroquial de San Juan Bautista,
bien vale la pena visitarlo. Al igual
que en Astudillo, al ser lunes, nos perdimos el interior, así que otra
razón para volver. La torre y ventanas son románicas del siglo XII
y en el siglo XV fue reformada por Juan de Arce que construyó
tramos góticos hasta la cabecera.
En especial llama la atención el crucero cuyas dimensiones y altura dan
al templo aspecto de catedral. La capilla mayor corresponde a la altura
de las tres naves que configuran el recinto eclesiástico, con tres
arcos peraltados que se reúnen en el centro de la bóveda mediante una
estrella. El pórtico de entrada a la iglesia es plateresco y está muy
deteriorado por la calidad de la piedra. El magnífico retablo mayor del
siglo XVI es obra de Juan de Juni. Posee un órgano, barroco,
actualmente restaurado y en ella se ofrecen frecuentes conciertos;
también me quedé con las ganas.
Como dije al principio del capítulo, decidimos acortar la
ruta y
regresar a Dueñas, que ya está bien por hoy.
Sobre las 11 de la mañana salimos hacia Palencia y después,
por la nueva autovía llegamos a Frómista, algo menos de 50
kilómetros desde Dueñas. Su nombre deriva del latín frumentum,
trigo, indicando con ello que es buena zona cerealística, lo que ha
sido base de su economía. Se nota la enorme influencia del Camino
de Santiago, como agente revitalizador, en todos los pueblos por
donde pasa, y Frómista es un claro ejemplo de ello. Y además, en este
caso, coincide ser cruce con la carretera que une Palencia y Santander.
Precisamente, en esta carretera, a su paso por el pueblo, aparcamos el
coche debajo de una sombra, justo enfrente de San Pedro (imagen
de la izquierda), iglesia gótica que se comenzó a construir en el siglo
XV y que hasta el siglo siguiente no recibe su forma definitiva. Posee
una torre de cuatro cuerpos, de aspecto rotundo y macizo. Uno de los
elementos más interesantes del exterior es la portada renacentista,
trazada por Juan de Escalante hacia 1560. Como elemento a destacar en
el interior, presidiendo el presbiterio, se alza el retablo mayor,
diseñado por Francisco Trejo en 1636, y que hoy sí que podemos ver.
A un par de minutos andando, cerca del cruce con el Camino de
Santiago, llegamos a la plaza de San Martín, donde tenemos la
famosísima iglesia románica del mismo nombre y que parece sacada de un
libro de cuentos, o como apunta mi esposa, Eva, de aquellos
recortables con los que tanto disfrutábamos cuando éramos niños.
Erigida en 1.066, es un templo de tres naves paralelas, más alta
y doble la central que el resto, cortadas por otra de crucero, sobre la
que surge una linterna octogonal del siglo XV, bien integrada con la
construcción primitiva. Posteriormente, fue restaurada entre 1896
y 1904, conservando su estructura original. En el interior podemos ver
una maqueta que reproduce a la perfección el aberrante estado en que se
encontraba antes de la restauración, aunque para algunos, ha sido peor
el remedio que la enfermedad. En fin, ya se sabe, aquello de los
colores y los gustos. A mi, personalmente, a pesar de todo, me parece
una auténtica maravilla. En el interior, en el gran ábside central, hay
tres bonitas esculturas, entre las que destaca, para mi gusto, un
Cristo crucificado de fines del siglo XIII. Si quieres ampliar
conocimientos sobre esta iglesia o sobre Frómista en general, te
aconsejo le eches un vistazo a la Web del ayuntamiento,
y sobre la iglesia en particular,
esta otra.
Muy cerca de la iglesia de San Martín, me quedé sorprendido,
quizás porque uno ya pasó de los 50, con la bella estética, al menos en
su exterior, de una residencia de la tercera edad que creo recordar se
llamaba Villa del Milagro (imagen de la izquierda). Con
este nombre, también es conocida la villa de Frómista, debido a una
leyenda que paso a citar a continuación:
Corría el año 1453, cuando un tal Pedro Fernández de Teresa
pidió
dinero prestado a un judío llamado Matudiel Salomón. Vencido el plazo,
no devolvió el préstamo, y el judío le denunció a la autoridad
eclesiástica, que le excomulgó. El hombre, como se vio excomulgado,
pagó los dineros al judío, pero no se preocupó de confesarse y aclarar
su falta. Cayó Pedro Fernández gravemente enfermo y pidió confesarse
con el cura de San Martín, Fernández Pérez de la Monja, quien acudió a
administrarle los últimos sacramentos.
Cuando el párroco quiso darle la Forma, ésta se hallaba adherida a la
patena con tal fuerza que no pudo separarla. Perplejo, el sacerdote
preguntó al enfermo si había ocultado algún pecado o si acaso estaba
excomulgado. Acordóse Pedro de lo sucedido con Matudiel y se lo explicó
al sacerdote, quien le absolvió y le dio a comulgar otra Forma.
Después, Pérez de la Monja tomó la Forma del Milagro, tal como estaba
en la patena y la colocó en custodia en San Martín.
En la casa en la que acaeció el suceso, cercana a la iglesia de San
Martín, se guarda la estola del sacerdote, ya deshilachada, y a la
puerta aún se puede ver la llamada "piedra del milagro".
En la misma plaza de San Martín, enfrente de la iglesia,
tenemos la Venta Boffard, con un curioso museo del queso en
su interior. Pero más que con el museo, nos quedamos gratamente
impresionados con la exposición de pintura que en el interior están
montando diversas personas, entre las que se encuentra la artista, Blanca
Martínez, a la cual felicito in situ por sus bellas
acuarelas. A posteriori, la pintora me comenta, que las otras personas
eran su marido e hijos. En las imágenes a ambos lados de este párrafo,
puedes ver el programa de la exposición, de cuyo reverso he
tomado estos bonitos versos escritos por ella misma:
Crear en un momento
lo que el alma siente.
Aprovechar el instante:
los colores pasan.
Cazar, furtivos, la vida,
en el papel.
Hay más cosas que ver en Frómista, como la Iglesia de Santa
María del Castillo de estilo gótico-renacentista, la Ermita del Otero
de una sola nave de trazado gótico, reformada en el siglo XVIII o el
museo histórico-etnográfíco situado junto a la Iglesia de San Pedro,
pero preferimos dejarlo para mejor ocasión. Siguiendo el Camino de
Santiago durante 13 kilómetros, por la P-980, en dirección oeste,
llegamos a Villalcázar de Sirga. Aquí paramos para ver la
majestuosa Iglesia de Santa María la Blanca (imagen al
principio del párrafo), sin duda, uno de los templos más
interesantes del arte gótico en España. El edificio que se erigió entre
los siglos XIII y XIV, se trata de una gran construcción realizada en
piedra y cubierta con bóvedas de crucería en su totalidad. Consta de
tres naves de cuatro tramos, gran transepto marcado en planta, y
cabecera de cinco ábsides: de testero recto e igual profundidad los
tres centrales, y poligonales y algo más pequeños los extremos. Son
muchas las obras de arte atesoradas en su interior, pero sobre todas
ellas destacan por su incalculable valor el gran retablo
hispanoflamenco del siglo XV, situado en la capilla mayor, y los
magníficos ejemplos escultóricos policromados del siglo XIII: los
sepulcros del infante don Felipe y de su mujer doña Leonor de Castro y
la imagen de la Virgen Blanca, a la que canta el rey Alfonso X el Sabio
en sus Cantigas. Para terminar, solo comentar, que la especie de
plataforma con barandilla alrededor, sobre la que se encuentra ubicada,
no la favorece en absoluto.
De nuevo tomamos la P-980 hacia el oeste y a 7 kilómetros nos
encontramos con
la ciudad monumental de Carrión de los Condes. Andamos un poco
despistados, cruzamos el río Carrión sin darnos cuenta y nos
encontramos con el Monasterio de San Zoilo, del cual, al estar
con obras de restauración, solo podemos ver el exterior. Aunque no es
posible precisar con exactitud cuándo se fundó este monasterio
benedictino, es posible que ya existiera en el siglo X. Sin embargo, es
en la segunda mitad del siglo XI cuando se consolida como una de las
más importantes instituciones monásticas de la llamada Tierra de
Campos. Para conocer más sobre este monumento y Carrión de los Condes
en general, te aconsejo esta magnífica Web. Como el hambre aprieta y además amenaza
tormenta, buscamos dónde comer; el gran caballo de batalla de
todos los viajes. Suelo fiarme
bastante de una guía, que aunque es del año 2001, casi siempre me da
buenos resultados, y que, desgraciadamente, al haberla dejado en Madrid
y no tenerla a mano, me es imposible citar el nombre. La filosofía que
tiene es la de recomendar, principalmente, restaurantes con menús
de menos de 12 € (precios de 2001). Nos decidimos por el Restaurante
Abel, muy céntrico, en la calle Esteban Collantes 15. El menú
cuesta 9 € y salimos de allí más que satisfechos. En mi caso, elijo
unas magníficas alubias blancas de primero, trucha
escabechada de segundo y cuajada de postre. Una vez
termina de
llover, nos decidimos a visitar algunos de los monumentos, aunque, como
no, debido a la hora, los encontramos cerrados. Por la misma calle del
restaurante, enfrente de la Plaza Mayor, nos encontramos con la iglesia
románica de
Santiago y sus excelentes esculturas de la fachada del siglo XII,
entre las que destaca el famoso Pantocrátor que puedes ver en
la imagen al principio de este párrafo. Te remito a la Web citada
anteriormente para más información.
Bajando por la misma calle, pasada la Plaza Mayor, a la
derecha, nos encontramos con una lápida conmemorativa (imagen de la
izquierda) adosada a la casa donde nació el 19 de agosto de 1398, Don
Iñigo López de Mendoza, Marques de Santillana. La visión
de esta lápida me retrotrae inmediatamente a mis 14 años, cuando en 4º
de bachiller, estudiábamos con mucho fervor, yo al menos, aquella
famosa Historia de la Literatura Española de José García López
¿Quién no recuerda aquella serranilla que así comenzaba?
Moça tan fermosa
non ví en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa.
Faziendo la vía
del Calatraveño
a Santa María,
vençido del sueño,
por tierra fragosa
perdí la carrera,
do ví la vaquera
de la Finojosa.
...
Seguimos bajando por la misma calle, que es por donde
discurre el Camino de Santiago a su paso por Carrión, y a
la izquierda nos encontramos con unos bonitos jardines y con la iglesia
románica de Santa María del Camino
o de la Victoria, que puedes ver en la imagen de la derecha. Constituye
el establecimiento religioso más antiguo de esta población. La iglesia
actual se construyó a mediados del siglo XII, si bien hacia 1200 se
amplió su zona oriental. La portada románica se encuentra
decorada con un friso que representa la Adoración de los Magos y otros
relieves en los que se ha querido ver una alusión a la leyenda del
tributo de las cien doncellas, cien damas que el pueblo había prometido
carnalmente a los musulmanes y que se salvaron de la afrenta gracias a
un milagro y a la ayuda del Marqués de Santillana, según cuenta la
leyenda. También tiene una curiosa representación de los signos del
zodiaco; sin duda, un lugar idóneo para la localización de historias
fantásticas.
Por último, ya en el coche y antes de despedirnos de Carrión,
echamos
un vistazo rápido al Real Monasterio de Santa Clara. Edificio
mudéjar de los
siglos XIII y XIV al que se le fueron añadiendo nuevas construcciones
hasta el siglo XVII, cuando el monasterio conoció gran esplendor,
guarda en su interior dos soberbias esculturas de Gregorio Hernández.
Hay mucho más que ver en esta, como dije al principio, monumental
ciudad, pero el calor y el cansancio apremian. Creo que bien merecería
la pena una visita más detenida de un par de días completos.
Antes de dejar Carrión de los Condes, me gustaría dejar
constancia de la procedencia
de su nombre. En cuanto al nombre de Carrión, veamos lo que dice el
Doctor en Filología
Hispánica
D.Jairo J. García Sánchez:
Ante la duda de cuál fue anterior, si el nombre del río o el
de la
población, y cuál de los dos, por tanto, cedió su denominación al otro,
nos decantamos por la mayor antigüedad y la preeminencia del nombre del
pueblo, dado que Carrión parece ser antes un orónimo que un
hidrónimo —se aprecia bien en él la raíz preindoeuropea kar(r)-
‘piedra’—. Como es obvio, el complemento toponímico es un añadido
moderno, muy posterior.
En cuanto a la segunda parte del nombre, en la Web del Ayuntamiento podemos leer lo siguiente:
... La villa carrionesa, tras los Gómez, estuvo siempre bajo
la Corona
Real, salvo efímeramente en el reinado de Enrique II. La búsqueda de
los carrioneses por mantenerla en el realengo, llevó al concejo a
pactar desde 1462 una hermandad con los condes de Castañeda, Osorno y
Treviño, en evitación de la pretendida señorialización del conde de
Benavente. La renovación de este acuerdo conducirá a que la localidad
acabe conociéndose como Carrión de los Condes, nombre completo de
nuestro núcleo que aparece por primera vez en el testamento de aldonza
Manrique de 1522 ...
Nuestra próxima etapa será Saldaña, 21 kilómetros al
noroeste
por la CL-615. Aparte del pueblo con sus ruinas del
castillo de Doña Urraca del siglo XII, la plaza medieval empedrada y
las casonas solariegas, sobre todo tenemos interés en visitar la
cercana
villaromana de La Olmeda. Lo que no tenemos en cuenta
es que el primer
martes de cada mes hay una feria de ganado y justo llegamos cuando
están recogiendo y limpiando, con todo el centro del pueblo patas
arriba, así que lo único que podemos hacer en Saldaña es llenar las
botellas de agua fresca; vaya obsesión con el agua. Para rematar la
faena y nunca mejor empleado el término, resulta que en La Olmeda están
haciendo los consabidos trabajos de restauración, así que otro sitio
interesante que nos quedamos sin ver.
Ya de vuelta en Dueñas, sobre las 7 de la tarde nos vienen a
buscar los dueños de la casa, María y Alberto, para ir a conocer la
zona de las bodegas en la parte alta del pueblo y más específicamente
las Bodegas Salas, donde te puedes llevar tu propia comida y
al fresquito de la cueva, acompañarla con un porrón de buen vino joven
de Cigales, a 0,95€ el litro; en la imagen de la izquierda se
pueden apreciar las chimeneas-respiraderos de las bodegas. Allí pasamos
un buen rato, entre chorizos, queso de oveja, pan de hogaza, vino,
buena conversación y mi navaja de Albacete que prestó su primer
servicio. Después hacemos una visita al interior de las bodegas, donde
se conserva un antiguo lagar con el madero más enorme que he visto en
mi vida, nos llevamos un par de botellas de vino y volvemos a la casa,
dando un agradable paseo, esta vez cuesta abajo. Antes de terminar,
quería hacer un comentario sobre las horrorosas farolas con forma de
caja de cerillas, que por recomendación, según parece, de un
arquitecto hijo predilecto de Dueñas, se han colocado en gran parte de
las calles del pueblo. Lástima no haber sacado foto alguna para dar fe
de tal desaguisado.
Desde hacía varias semanas, habíamos quedado con el primo
Luis y su esposa María en hacerles una visita e intentar ver lo más
posible de esta bonita ciudad. Valladolid está muy cerca de Dueñas,
unos 28 kilómetros por la A-62, salida 118, si mal no recuerdo, de la
autovía. María ya me había dado las indicaciones pertinentes y no
tenemos problema alguno para llegar y dejar el coche en el aparcamiento
(muy aconsejable) gratis del recinto ferialde Castilla y
León. Ojo, gratis, siempre que vayan dos o más personas en el
coche. Según vienes de Dueñas, ves un rascacielos a tu izquierda, el
único de la ciudad, sigues recto y poco después, a tu derecha, hay una
gran escultura, creo que cubista, y enseguida tienes las indicaciones
para el recinto ferial. No tiene pérdida. El aparcamiento está muy
cerca del puente F. Regueral, sobre el río Pisuerga, y una vez cruzado,
estás prácticamente en el centro, en la plaza de Poniente. Desde la
terraza de la casa de Luis tenemos una espléndida vista, como puedes
ver en la imagen, del río Pisuerga, el embarcadero, la playa fluvial y
el puente Mayor al fondo.
El origen más probable del nombre de la ciudad sería celta,
pueblo que
utilizaba el vocablo tol como topónimo. A éste se le
antepondría el vocablo latino vallis lo que daría lugar a Vallis
Tolitum que derivaría etimológicamente en el gentilicio vallisoletanos
y que originariamente vendría a significar valle de aguas, ya
que se encuentra en la confluencia de los ríos Pisuerga y Esgueva, que
antes de su canalización se extendían por varios ramales. Otra
teoría, es que quiera decir valle del sol o valle
soleado (en la edad media era calificada como Vallisoletum),
por la gran cantidad de horas de sol que recibe el valle tanto en
invierno como, sobre todo, en verano. Por último, también existe la
teoría de Valladolid como contracción de valle de lid, lugar
por su llanura donde se reunían los clanes y tribus prerromanos para
sus enfrentamientos armados. Aquí puedes ampliar conocimientos sobre este tema
y otros relacionados con la ciudad.
Valladolid es una ciudad con mucho que ver y si te lo puedes
permitir, te aconsejo estar tres días como mínimo. Nosotros, en un solo
día, y de la mano de nuestros primos, vemos lo imprescindible; eso sí,
acabamos agotados. Desde aquí quiero destacar la actitud de nuestro
hijo, Paulino, que con sus 16 años, aguantó estoicamente la tournée
al completo. En primer lugar, vemos la iglesia de San Miguel,
en la calle Concepción nº 3, templo de sencilla apariencia
arquitectónica con fachada de dos cuerpos y planta rectangular,
construido en el último cuarto del siglo XVI bajo el patronato de los
Condes de Fuensaldaña y que por fuera no dice demasiado. Lo mejor, que
nos sirve de aperitivo de tanta maravilla escultórica que veremos
durante el día de hoy, lo guarda en el interior. El retablo es de tipo
romanista, como corresponde al primer barroco del siglo XVII, y su
factura se atribuye a Adrián Álvarez, aunque varias de sus tallas
fueron sustituidas por otras de Gregorio Fernández. También tenemos
preciosos retablos barrocos en las capillas laterales, como puedes ver
en la imagen de la izquierda, y un magnífico Cristo yacente de, como
no, Gregorio Fernández.
Muy cerca, casi enfrente, en la Plaza de Fabio Nelli, el que
fuera famoso banquero vallisoletano, está el palacio del mismo nombre.
Actualmente es la sede del Museo de Valladolid, creado en 1879
como Museo Provincial de Antigüedades y al que se le suele conocer como
Museo Arqueológico. El edificio es uno de los mejores
exponentes de la arquitectura clasicista vallisoletana de finales del
siglo XV. En su construcción intervienen los arquitectos Juan de la
Lastra, Diego de Praves y Pedro de Mazuecos, así como el escultor
Francisco de la Maza a quien se debe la obra del patio y la escalera
(detalle en la imagen de la derecha). Las colecciones del Museo se
distribuyen en dos secciones: Arqueología (10 salas) y Bellas Artes (8
salas). La sección de Arqueología muestra una secuencia cronológica
completa de la provincia vallisoletana entre el Paleolítico y la Edad
Media. La sección de Bellas Artes ofrece pintura, escultura,
orfebrería, mobiliario, tapices, cerámica popular española y una
pequeña sección dedicada a la historia de la ciudad. Debido a la
premura y por no ser prioritario, solo asomamos la cabeza al precioso
patio; otra vez será.
Nuestra próxima parada es la iglesia de San Pablo, en
la plaza del mismo nombre. Es la iglesia del convento dominicano
fundado por Doña Violante, esposa de Alfonso X el Sabio, en 1276. El
edificio del convento fue destruido a raíz de la invasión napoleónica.
La construcción de la iglesia gótica fue iniciada en 1463 bajo el
patronazgo de Juan de Torquemada. Fray Alonso de Burgos remata las
obras y manda levantar la espléndida fachada-retablo de pura filigrana
en estilo "Reyes Católicos" (foto de la izquierda). El primer tramo de
la fachada es obra de Simón de Colonia, a quien también se deben los
hermosos pórticos del crucero en el interior de la nave. En 1601 el
Duque de Lerma adquiere el patronato del convento con el deseo que
sirviera de reposo a sus restos. Levanta el segundo cuerpo de la
fachada según el gusto renacentista del momento, en compartimentos
regulares con un fondo de estrellas. Las esculturas se atribuyen a
Pedro de la Vega, Juan del Río y Juan Rozadilla. El interior con bóveda
policromada por Francisco Martínez, es monumental por su esbeltez. Su
riqueza desapareció con la invasión francesa y la desamortización. Tan
sólo queda de mérito una hermosa talla de Santo Domingo, de Gregorio
Fernández y un Cristo yacente del taller del mismo. Actualmente está en
restauración e incluso parte de la fachada está vallada.
En esta misma plaza, se encuentran otros dos monumentos de
los que solo
vemos el exterior. El Palacio Real, en el que Felipe III
residió cuando trasladó a Valladolid la Corte, entre 1601 y 1606, es
sede de la Capitanía General desde 1876. La fachada es de gusto
clasicista, bien proporcionada. En los laterales se hicieron añadidos
posteriores que la afean. Merece especial atención el patio principal,
renacentista con decoración plateresca y la elegante escalera del XVIII
con los ricos artesonados del XVII. El Palacio de los Pimentel,
actual Sede de la Diputación. Es muy típica la ventana angular
plateresca. En el zaguán existen preciosos azulejos talaveranos que
representan escenas históricas de la ciudad. Elegantes son el patio y
los artesonados mudéjares. En este palacio nace Felipe II el 21 de mayo
de 1527. En relación a su bautizo hay una curiosa historia:
Era tan grande el prestigio de San Pablo que los padres de
Felipe II,
futuro rey, decidieron bautizarlo allí. Como el palacio pertenecía por
distrito a la iglesia de las Angustias, tuvieron que romper la reja de
una ventana lateral, que daba a una calle que sí pertenecía a San
Pablo, y sacaron al niño por la ventana. Para la ocasión se construyó
un pasadizo de madera, primorosamente adornado con ramaje, flores y
frutas naturales, que unía la escalera del palacio con el Altar Mayor
de la iglesia accediendo a través de esta ventana. La reja, del siglo
XV, quedó practicable para que se pudiera seguir utilizando después.
Otra versión, menos verosímil, sitúa el hecho en la famosa ventana
angular.
Al lado de San Pablo tenemos el Colegio de San Gregorio,
que hasta su cierre
temporal por restauración, en 2001, era la sede del Museo Nacional de
Escultura. Fundado en el siglo XV por Fray Alonso de Burgos, confesor
de Isabel la Católica, es el monumento isabelino más importante de
Valladolid. La portada (detalle en imagen de la derecha) atribuida a
Gil de Siloé, es de una riqueza inusitada y de una decoración
desbordante de fantasía; la composición, muy estudiada, realza el valor
del pórtico primero y, en segundo lugar, del soberbio motivo heráldico
que lo corona. Como dije, y a causa de las obras, nos es imposible ver
el precioso patio, con altas galerías de arcos rebajados apoyados en
columnas torsas (fuste en espiral) y con una galería alta, de vanos
geminados, que se realza con una magnífica balaustrada.
El Museo Nacional de Escultura, se encuentra
ubicado actualmente en dos edificios, ambos en la misma calle que San
Gregorio. Por un lado, la capilla funeraria de Fray Alonso de Burgos,
realizada a finales del siglo XV por Juan de Gaus y Juan de Talavera
para honrar la memoria del fundador de Colegio de San Gregorio, y por
otro lado el Palacio de Villena, del siglo XVI, con un magnífico patio
de dos pisos de arquerías. Vemos en primer lugar este último, donde se
encuentra la mayor parte de la obra. El museo atesora la más importante
colección de imaginaria polícroma castellana, de los siglos XIII al
XVIII, única en el mundo. De Alonso Berruguete, nuestro más genial
escultor del XVI, destacan el gran retablo de San Benito Real y las
tallas de San Jerónimo y San Sebastián, entre otras; de Gregorio
Fernández, otro gran imaginero del XVI, el Cristo Yacente, Santa Teresa
de Jesús, el Bautismo de Cristo y la Piedad; de Juan de Juni, el
entierro de Cristo (para mi gusto lo mejor del museo; puedes ver un
detalle en la imagen de la izquierda) y Santa Ana; Pompeyo Leoni, Pedro
de Mena, Felipe Vigarny, entre otros, aportan su maestría a este gran
museo. En el otro edificio, la capilla del Colegio de San Gregorio,
vemos un interesante conjunto de piezas entre las que destaca el
retablo del convento de la Mejorada de Olmedo, obra de Alonso
Berruguete, la sillería del monasterio de San Francisco de Valladolid,
realizada por Pedro de Sierra en el siglo XVIII, y una variada
representación de escultura funeraria de estilos y tipología diversa.
Como no sacamos fotos ni vídeo debido a los reflejos de la
enorme urna de
cristal con la que se hallaba cubierto, se me olvidaba citar el
precioso Belén Napolitano del Museo Nacional de Escultura, una
auténtica maravilla. Procede
de la colección madrileña de los hermanos Emilio y Carmelo García de
Castro, que
fueron reuniendo durante muchos años figuras y objetos conseguidos en
el mercado
nacional e internacional; y fue adquirido en 1996 por el Ministerio de
Cultura. Me he permitido la licencia de escanear las imágenes del
folleto que me dieron en el museo y como creo que vale la pena,
transcribo a continuación el texto del mismo:
Aunque la tradición considera a San Francisco de Asís creador
de lo que hoy se conoce con el nombre de Belén, la primera noticia
histórica sobre su representación plástica data de comienzos del siglo
XIV, cuando el arzobispo de Amalfi, Amoldo di Cambio, presenta la
escena del Nacimiento mediante un conjunto de figuras de tamaño natural
formado por la Virgen, San José, el Niño, la mula y el buey. A partir
de entonces se extiende la tradición de instalar en el interior de las
iglesias esta representación que se irá completando progresivamente con
la incorporación de otros episodios (anuncio a los pastores, adoración
de los Reyes Magos, degollación de los inocentes, etc.). Fue en la
segunda mitad del siglo XVIII cuando en el reino de las Dos Sicilias,
la configuración plástica del Nacimiento alcanzó su momento de máximo
esplendor, consiguiendo desbordar el ámbito de lo religioso para
instalarse en la corte y los hogares de la nobleza y alta burguesía, y
adquiriendo una original personalidad que lo distingue de los de otras
regiones italianas o países europeos. El futuro Carlos III de España,
reinando en Nápoles, impulsó la difusión y arraigo de los llamados «presepi»,
continuándola después en aquel reino su hijo Fernando IV y en España el
futuro monarca Carlos IV.
El belén napolitano se distingue por su espectacularidad y
riqueza escenográfica conseguidas gracias al concurso de un cúmulo de
artistas y artesanos que, con su imaginación y capacidad, lograron
reproducir la vida popular y cotidiana como argumentación básica para
acompañar el acontecimiento religioso de la Natividad del Niño Jesús.
El mercado, la hostería, los bailes, los vendedores ambulantes, los
mendigos, la taberna, el mundo gremial, el pastoreo, el cortejo real y
todo aquello que estaba al alcance de la mirada o de la fantasía, tiene
cabida en los pesebres napolitanos y se desarrolla al margen del hecho
religioso que queda aparentemente relegado, aunque sus figuras
protagonistas llaman poderosamente la atención del espectador, como las
del coro celestial que se precipita sobre ellos como una catarata
angélica. Las figuras que responden al tamaño denominado "tercina"
(de 30 a 35 centímetros, escala que permite obtener detallismo y
manejabilidad) son móviles, al estar hechas mediante un armazón de
alambre forrado de estopa en el que se aplican las extremidades,
talladas algunas veces en madera, y la cabeza, modelada en barro
cocido, pudiendo conseguir gran versatilidad de posiciones. Los
artistas únicamente intervenían modelando la cabeza, cuello y pecho ("testinas")
y en contadas ocasiones las figuras se hacían de cuerpo entero ("academias").
La obsesiva búsqueda de la verosimilitud condiciona la
policromía de estas piezas, la incorporación de ojos de cristal y hasta
el vestirlas con los trajes adecuados en cada caso, estando prevista
hasta la posición de sus manos y dedos según el accesorio que cada uno
soporta. Pastores con zamarras, gentiles hombres con casacas y chalecos
de seda, rústicos, cíngaros, turcos, camelleros... se revisten todos de
acuerdo con su condición social, ofreciendo un riquísimo muestrario de
trajes populares o cortesanos que permiten conocer usos, modas y
costumbres de la época.
El número indescriptible de accesorios ("finimenti") tales como:
instrumentos musicales, armamento, cofres, frutas y hortalizas, los
pescados, las vísceras de animales, los quesos, etc., se modelaban o
hacían en barro, cera, plata, ébano, marfil, hueso, etc. consiguiendo
en ellos un grado de minuciosidad inimaginable que aumentaba la
suntuosidad y riqueza de todo el conjunto.
Junto con los distintos personajes o "pastori" las figuras de
animales (bueyes, ovejas, cabras, asnos, caballos, elefantes, galgos,
camellos, etc.) son siempre de una gran perfección formal y constituyen
el otro elemento clave del belén napolitano. En cuanto a la autoría de
las obras se sabe que junto a escultores de primera categoría (Vaccaro,
San Martino, Botiglieri, Celebrano, etc.) trabajando figuras humanas,
animales o accesorios, lo hicieron también numerosos artistas y
artesanos cuya personalidad no está suficientemente definida pero que
alcanzaron una calidad homogénea y cuyos nombres únicamente se conocen
gracias a las pocas ocasiones en las que firmaron sus obras o a las
menciones documentales en que aparecen citados.
Al estar situado en la plaza de San Pablo, aprovechamos para
echar un
vistazo
por fuera y también por dentro, al Instituto Zorrilla, donde la prima
María, ya jubilada, ha desempeñado durante muchísimos años, la generosa
labor de la enseñanza, como Catedrática de Inglés. A renglón seguido,
hacemos un alto en las visitas para llenar el estómago. Los primos,
Luis y María, con la
mejor intención del mundo, nos llevan a comer al restaurante del
céntrico Hotel Imperial, emplazado en la Casa-Palacio de los Gallo, del
siglo XVI,
en la calle del Peso nº 4, muy cerca de la plaza Mayor. Siendo el
comedor de los más elegante, es una lástima que el menú, con gran
variedad de platos, no esté a la misma altura. Siento decirlo, pero así
como me gusta dejar constancia de los buenos sitios para comer, también
me veo en la obligación moral de hacerlo con los menos buenos y que
sirva de advertencia para el que me lea.
Después de comer damos una vuelta por la Plaza Mayor.
Su fisonomía actual es fruto de la reconstrucción tras el gran incendio
de 1561 que destruyó la zona comercial de la ciudad. Fue el arquitecto
Francisco de Salamanca por orden de Felipe II quien diseñó la primera
Plaza Mayor unificada en fachadas de España, que servirá de modelo a
otras posteriores. Juan de Herrera diseñó el Ayuntamiento, que fue
sustituido a principios del siglo XX por el actual edificio (imagen de
la derecha), una obra eclecticista de Enrique Repullés y Vargas. Este
espacio urbano no solo era lugar de mercado sino de todo tipo de
espectáculos públicos como corridas de toros o Autos de Fe. En el
centro está la estatua del conde Ansúrez, fundador de la ciudad. Para
armonizarla con otras plazas castellanas se pintaron las fachadas de un
solo color: rojo vigoroso. Entre otras curiosidades, nos encontramos
con el Ayuntamiento engalanado, con motivo del V centenario de la
muerte de Colón en Valladolid, el 20 de mayo de 1496, y con el Concurso
Internacional de Esculturas de Arena 2006. En la Galería de Imágenes puedes ver algunas muestras,
así como alguna foto más de esta bella plaza.
La próxima parada serán laCatedral y el
Museo Diocesano. Felipe II encomendó a Herrera hacia el año 1580 el
proyecto de una catedral que se construyó con mucha lentitud y cuyo
espíritu no fue respetado por los arquitectos que continuaron las obras
en los siglos XVII a XIX, como podemos ver en la decoración barroca de
Alberto Churriguera del cuerpo superior de la fachada y en el cuerpo
octogonal de la torre (imagen de la izquierda). El interior, clásico y
grandioso, ha quedado inacabado pero es quizá la obra más hermosa de
Herrera. Las enormes columnas del interior son imposibles de
abrazar ni entre tres personas. En la capilla mayor vemos el magnífico
retablo policromado de Juan de Juni, tallado en 1572 para la iglesia de
Santa María la Antigua y que en 1922 fue trasladado a su actual
emplazamiento. Aprovecha los efectos de la perspectiva y de los
diferentes grados de relieve de tal manera, que las estatuas parecen
hablar entre sí.
El Museo Diocesano y Catedralicio se emplaza en los
restos arquitectónicos restaurados de la Catedral vieja, Colegiata
medieval, erigida por el Conde Ansúrez, fundador de Valladolid. Se
trata de un conjunto de capillas funerarias (como la de San Llorente,
en la foto), adosadas a la Colegiata del siglo XIII, modificadas en la
reforma del gótico del siglo XIV. Aquí me ocurrió un incidente con la
cámara de vídeo que ya me condicionó el resto de la visita. El caso es
que una cara del DVD, con veintitantos minutos de vídeo, aparentemente
se quedó inutilizada, y la única forma de arreglarlo pasaba por poner a
funcionar la cámara, enchufada a la corriente alterna mediante un
convertidor que por desgracia había dejado en Tenerife. Así que después
de intentarlo de todas las maneras, llegando incluso a estar a punto de
formatear el disco y perder todas las imágenes que había filmado ese
día, al final, lo di por imposible y puse en la cámara otro disco
vacío. Te puedes imaginar los sudores y los nervios que me entraron
cuando me apareció en la pantalla de la cámara la palabra fatídica:
formatear. En fin, cosas de la electrónica. Ya de vuelta en la isla, lo
primero que hago nada más llegar, es intentar recuperar el disco, lo
cual consigo sin problemas. Por destacar algo del museo, me quedo con
el retablo de San Juan Bautista, de madera policromada, verdadera joya
de la imaginería vallisoletana.
Lo más antiguo del edificio que alberga la Universidad
es la fachada (detalle en foto de la izquierda), de estilo barroco,
construida en 1715 bajo la dirección de Antonio Tomé y sus hijos
Narciso y Diego. Actualmente alberga exclusivamente la Facultad de
Derecho y aquí cursó los estudios de esa disciplina, mi padre, Francisco Alonso Luengo,
entre 1926 y 1930. Sobre esto, me cuenta el primo Luis, que para
aminorar los costes, tanto su padre como el mío, que residían
habitualmente en Astorga (León), solían hacer los dos primeros
trimestres por libre y el último en la facultad. Aparte de la
fachada, en el interior vemos el bonito hall de entrada decorado con
magnífica cerámica de Talavera y la majestuosa escalera con preciosas
vidrieras. Parece ser que ya en el siglo XIII existía en Valladolid un
Estudio, germen de lo que había de ser en el siguiente la Universidad,
al otorgar en 1346 el Papa Clemente VI los privilegios de la fundación
de la misma pedidos por Alfonso XI. La Universidad vallisoletana
recibió el título de Pontificia, como simboliza la presencia de la
tiara en escudo de la institución. Del edificio que albergaba en
aquella época las dependencias universitarias no queda el menor
vestigio.
Cerca de la Universidad se encuentra el Palacio de Santa
Cruz, sede del Rectorado, cuya fachada es el primer elemento
renacentista que se construye en España a finales del s. XV. Fue
mandado construir por el Cardenal Mendoza. En la elegante fachada
armonizan los estilos gótico y renacentista y está coronada por una
gran cornisa de estilo plateresco. En los contrafuertes es fácil
observar la influencia gótica. En la segunda mitad del siglo XVIII los
antiguos ventanales góticos fueron sustituidos por otros neoclásicos,
los actuales, diseñados por Ventura Rodriguez. En el interior podemos
ver el patio (imagen de la derecha) de bellas y amplias proporciones,
de estilo renacentista, compuesto de tres pisos con arcos de medio
punto, que se sustentan sobre pilares octogonales. Habría que destacar
la magnífica biblioteca con más de 25.000 volúmenes. Hay incunables,
manuscritos y códices, algunos de extraordinario valor como el libro
titulado Beato de Valcavado, del que es autor Oveco, monje del
Monasterio de Valcavado que vivió en el siglo X. Se trata de un bello
códice mozárabe, primorosamente miniado, del año 970, en cuyo texto se
comenta el Apocalipsis de San Juan.
Sin duda alguna, el símbolo de la ciudad lo constituye la
iglesia de SantaMaría de la Antigua, precioso
monumento donde se
conjugan a la perfección los dos estilos, románico y gótico. El templo
fue fundado en el siglo XI por el Conde Ansúrez. De esta construcción
románica se conserva la bella torre, rematada por un esbelto chapitel
con forma de pirámide, y el pórtico norte, del siglo XIII. La primitiva
iglesia fue sustituida por la actual, de estilo gótico, en el siglo
XIV. La elegante majestad de la torre ha hecho que sea justamente
calificada como "la reina de las torres románicas de Castilla". Es de
base cuadrada y está perfectamente conservada. Consta de cuatro
cuerpos, ocupando el inferior la mitad de la altura de la torre. Los
otros tres cuerpos aparecen perforados por graciosos arcos de medio
punto ajimezados. Como curiosidad, Quevedo alude en su obra El
Buscón a la rapidez con que el cementerio que la rodeaba consumía
los cadáveres
Por último, ya de vuelta a casa de los primos, vemos la
iglesia del
Monasterio de SanBenito. El monasterio fue fundado
por Juan I en el siglo XIV y la iglesia en en el XV. El pórtico de la
iglesia del siglo XVI, proyectado por Gil de Hontañón, impresiona por
su aspecto de fortaleza; el interior, gótico, albergaba la obra maestra
de Berruguete; el retablo mayor y la considerada mejor sillería
plateresca, atribuida a Andrés de Nájera, actualmente en el Museo
Nacional de Escultura, pero conserva la gran reja renacentista que
separa la iglesia en dos partes. La ampliación del Monasterio y la
fachada la realizó Juan del Ribero Rada en el más puro estilo
herreriano, que da nombre al logrado patio procesional.
Valladolid tiene mucho más que ver; esperemos volver algún
día para
continuar la
visita. Entre tantas otras cosas, podríamos citar: las casas de Colón,
Cervantes y Zorrilla; las iglesias de las Angustias, de la Vera Cruz,
de la Magdalena y la del Salvador; los conventos de las Huelgas Reales,
de Santa Ana, de los Agustinos (también Museo Oriental), de Santa
Catalina, de las Carmelitas Descalzas, de Santa Clara y el de Porta
Coeli; los museos de Arte Contemporáneo Español, el de la
Ciencia, y la Fundación Cristóbal Gabarrón.
Como colofón a este día tan largo y agotador, pero
provechoso, no puedo
pasar por alto la anécdota que nos ocurrió, ya cuando salíamos de casa
de los primos, para dirigirnos al aparcamiento. Luis, nuestro hijo
Paulino y yo, vamos bajando en el ascensor pequeño, mientras Eva y
María esperan al grande. El ascensor hace una parada intermedia en el
sexto piso. Una vecina asoma la cabeza y cuando ve que el ascensor, que
es justito para cuatro personas de peso medio, ya va cargado con
tres, se lo piensa mejor y no entra. Se cierran las puertas pero el
ascensor no continúa su marcha. Por más que le damos al botón del cero,
nada de nada. A Luis le da por hacer cosas rarísimas, dándole a
diversos botones en una secuencia que supuestamente desbloquearía el
ascensor, algo así como 6-0-5-1 ¿ciencia ficción? Se me olvidó
preguntarle si realmente pensaba que eso podría arreglar el entuerto. A
todo esto, el calor aprieta y la sensación de agobio es cada vez mayor.
Pero ahí no queda la cosa, pues Luis se pone a leer un cartel que dice
que en caso de bloqueo hay que tocar un botón para conectar con la
central de urgencias; increíblemente, en vez de pulsar el botón que
está situado a la derecha del cartel, lo que hace es intentar pulsar el
gráfico que hay en el cartel. Después de un cuarto de hora
interminable, y gracias a la portera, conseguimos salir del ascensor
antes de que llegue el ascensorista.
Después del día agotador que habíamos tenido ayer con la
visita a Valladolid, decidimos dejar para mañana viernes la larga
caminata por el Canal de Castilla e ir hoy a Palencia, en plan
tranquilo. Siempre fue una ciudad que me gustó, una pequeña capital de
provincias con todas las cosas necesarias a mano. La encuentro algo
menos pueblo que la vez anterior, justamente hace diez años, pero sigue
siendo igual de encantadora. Pocas cosas han cambiado desde entonces,
incluso al igual que la vez anterior, aparcamos el coche muy cerca del
centro, y gratis (todo un hito en los tiempo que corren), al lado del
río Carrión, en la avenida de Santiago Amón, al que, coincidencias del destino,
tuve como profesor de Latín durante buena parte del bachillerato y del
que guardo un gratísimo recuerdo.
Antes de seguir, me parece oportuno citar algunos hechos
importantes de
la historia de la ciudad. La información está recopilada de la Web del Ayuntamiento:
Los orígenes históricos de la ciudad quedan inciertos, pero
de lo que
sí hay constatación arqueológica es de asentamientos prerromanos en el
solar de la ciudad actual, a la que los celtíberos denominaron Pallantia.
El pueblo que la ocupó fue el de los vacceos: culto, agrario y con una
poderosa organización militar.
Con los visigodos llegó la etapa de mayor esplendor para la ciudad,
pues la constituyeron en sede de la corte, además que desde el siglo IV
también era sede episcopal de relieve. Alfonso VIII, en el siglo XII,
fue el más decidido impulsor de la ciudad, al concederle fueros y el
primer concejo libre, y establecer en ella la primera Universidad de
España. Es en el siglo XIV cuando la importancia y el volumen que había
ido adquiriendo la ciudad obligan a la edificación de una catedral
capaz de satisfacer las necesidades de una población pujante. La
prosperidad económica del siglo XVI convirtió a Palencia, junto con las
otras provincias castellanas, en el corazón económico y demográfico del
Imperio. Uno de los acontecimientos más beneficiosos para la vida de la
ciudad durante el siglo XVIII fue la construcción del Canal de Castilla
por Carlos III. Las guerras del siglo XX, como la I Guerra Mundial o la
Guerra Civil, favorecieron hasta cierto punto el desarrollo económico
de la ciudad, cuyas industrias (harinera, lanera y de armas) eran
imprescindibles para el abastecimiento de los beligerantes.
Los años siguientes contemplaron cambios urbanísticos profundos en la
ciudad, para hoy poder decir que Palencia es una ciudad agradable para
vivir y que merece la pena visitar y disfrutar
Aunque solo sea por su calle Mayor y esa preciosa catedral, la
bella desconocida, apelativo que también se puede extender a la
ciudad, vale la pena visitar Palencia. Poco antes de llegar a la calle
Mayor, veo un parking del cual no recuerdo su existencia hace
diez años; debe ser
de las pocas cosas que han cambiado desde entonces. Esta calle Mayor,
porticada, de aproximadamente un kilómetro de longitud, no tiene
desperdicio en toda su extensión; cada una de sus casas enamora a la
vista. Como dije al principio del capítulo, la idea es hacer un
recorrido en plan tranquilo, sin nada preconcebido, disfrutando del
paseo, sin plantearnos la obligación de ir a ver tal o cual
monumento, y eso es precisamente lo que hacemos.
Después de haber recorrido más o menos la mitad de la calle
Mayor, nos dirigimos lentamente hacía la Catedral, que aunque ya conocíamos de la vez
anterior, siempre vale la pena una visita, y es que además, esta vez,
pudimos ver hasta las mismísimas entrañas. Se trata de una catedral,
que como la ciudad de Palencia, no es precisamente la favorita del
turismo. Probablemente a ello ayuda el aspecto exterior austero y poco
armonioso (salvo la preciosa cabecera) y sin una hermosa fachada
principal como otras catedrales españolas. Sin embargo al entrar en
ella nos percatamos de que se trata de un enorme y equilibrado edificio
medieval con innumerables encantos entre los que destacan un gran
número de obras de arte de distintos momentos y estilos, algunas de las
cuales constituyen piezas únicas, ejemplares imprescindibles del tiempo
en que fueron creadas.
Bajo el subsuelo del actual edificio de la catedral se
esconden los restos de dos construcciones que constituyen lo que se
conoce como la Cripta de San Antolín, una, al fondo de la
cripta, corresponde a la época visigoda, y la otra al primer románico.
La tradición atribuye la construcción de la parte visigótica al rey
Warnba, de quien se dice que trajo las reliquias del mártir francés
Antolín a Palencia. El conjunto de esta parte de la cripta presenta
todos los elementos arquitectónicos y decorativos del arte
hispanovisigodo de la segunda mitad del siglo VII: arcos de herradura,
capiteles con esquemáticas hojas, e impostas decoradas con frisos
geométricos (detalle en la imagen de la izquierda). La otra parte de la
cripta se realiza en la primera mitad del siglo XI y está considerada
como la más antigua del románico hispánico. Su construcción se atribuye
al rey Sancho de Navarra que repuebla la ciudad y reorganiza la
diócesis. A comienzos del siglo XIV comienza la construcción del
edificio gótico cuyo modelo de referencia será la catedral de Burgos
que estaba dejando sentir su influjo sobre todo el territorio de los
reinos castellanos. La construcción se acaba el siglo XVI, con la
sala capitular y el claustro, obra en la que interviene el maestro Juan
Gil de Ontañón, y que actualmente albergan el museo Catedralicio.
El interior de la Catedral tiene planta de cruz latina,
aunque la ampliación del proyecto original en una segunda fase
determinó la inclusión de un segundo crucero, por lo que el templo
cuenta con cinco puertas. De entre ellas, la llamada de la Virgen o del
Obispo es la más profusamente decorada (imagen de la derecha). Situada
en el Crucero, se abre a la Plaza de la Inmaculada y es la más
utilizada en las principales festividades y acontecimientos. La
Catedral fue financiada en parte por sus propias rentas, y en parte por
las donaciones de los obispos, clérigos y otras personas, algunas de
las cuales compraron así su derecho a ser allí enterradas. Este fue el
caso de Doña Inés de Osorio, cuya muerte acaeció a finales del siguió
XV, siendo enterrada en uno de los laterales de la Capilla del
Sagrario.
Todo el templo está enriquecido con importantes obras de
pintura y escultura. Por sólo citar algunas, cuenta con una Virgen
románica del siglo XIII en el retablo plateresco de la Capilla del
Sagrario (imagen de la izquierda), tallas de Felipe Vigarny y Juan de
Valmaseda, pinturas de Juan de Flandes y un Cristo gótico del siglo
XIII conocido como el Cristo de lasBatallas. El coro
tiene una meritoria sillería del siglo XV y un órgano barroco. Se
encuentra cerrado por una reja realizada por Gaspar Rodríguez en 1571 y
sus laterales son obra de Diego de Siloé. El trascoro es todo un
ejemplo de arte plateresco en piedra, realzado, además, por el tríptico
de Los Dolores de la Virgen, encargado en Flandes por el obispo
Fonseca al pintor Jan Joest Kalcar, uno de los mejores ejemplos del
dramatismo y uso del color de la pintura flamenca que se puede ver en
nuestro país.
Terminada la visita a la Catedral, dirigimos nuestros pasos
de nuevo hacia la calle Mayor,
para acabar de recorrerla. Esta calle empieza a adquirir importancia en
el siglo XVI, cuando se instalan en ella la mayor parte de los
artesanos, con sus talleres y comercios en la planta baja y las
viviendas en la superior. Esto supone que las edificaciones en general
no superan las dos o tres plantas. La calle Mayor sigue siendo el
centro de la actividad comercial de la ciudad y el eje a partir del
cual se organizan otras actividades administrativas y culturales. Allí,
a la altura del plaza Mayor, se encuentra otro magnífico edificio
(imagen de la derecha), el Colegio de Villandrando, de
principios del siglo XX, proyectado por el arquitecto Jerónimo Arroyo.
La fachada de estilo gótico está presidida por un mosaico de Daniel de
Zuloaga, que representa el patronazgo de la Vizcondesa de Villandrando
y fue restaurado en 1994 por el ceramista palentino Gerardo Pescador.
Otros elementos destacados de la fachada son los capiteles de las
columnas, decorados con alegorías de las tres virtudes teologales.
La plaza Mayor de Palencia no tiene, ni mucho menos,
la grandiosidad de las de Valladolid o Salamanca,
pero, como toda la ciudad, tiene ese aire pueblerino, en el buen
sentido de la palabra, que la hace tan acogedora. Construida en el
siglo XVII como lugar para festejos públicos y mercado de la ciudad,
cumplió esa función oficialmente hasta el siglo XIX, aunque sigue
manteniéndola en algunos aspectos hoy en día. Es un espacio rectangular
con entradas por las cuatro esquinas, limitado por tres hileras de
casas uniformes, con soportales sostenidos por pilares de piedra, y
presidida por un edificio neoclásico de finales del siglo XIX: la Casa
Consistorial (imagen de la izquierda). En el centro está el monumento
que Victorio Macho realizó como homenaje a Alonso Berruguete. Fue
realizado en 1963 para conmemorar el cuarto centenario de la muerte del
escultor palentino. Es uno de los lugares con mas
vida de la ciudad. Los días festivos por la mañana se colocan entre
las columnas vendedores ambulantes formando un animado mercadillo.
La mañana en Palencia no da para más. Insisto, de nuevo, en
que lo de
ayer de Valladolid nos dejó saturados. Nos quedan por ver importantes
monumentos como la iglesia de San Miguel, el monasterio de Las Claras o
el convento de San Francisco, por citar solo algunos; estoy seguro de
que tendremos ocasión de volver por tercera vez y disfrutar aun más a
fondo de esta bella ciudad. La hora de comer se acerca y se plantea un
debate familiar en el cual salgo perdiendo. Yo, que en un primer
momento había comentado de ir a comer a Villamartín de Campos, a un
restaurante especializado en la gastronomía del pato, a última hora me
echo atrás pues me da el presentimiento de que la cosa no va a
funcionar, como así fue. Después de mil vicisitudes, al estar en obras
la salida de Palencia para tomar la N-610 en dirección León (aviso a navegantes),
llegamos al restaurante, que está dentro de la Posada deCampos,
un alojamiento rural donde también alquilan caballos. No se ve a nadie
por allí, pero si que leemos claramente en un cartel, que el
restaurante, al mediodía, solo abre sábados y domingos. Como, a
pesar de la gripe aviar y todas esas chorradas, la propuesta parece
interesante, aquí
tienes más información, incluido el teléfono. En el pueblo solo hay
otro restaurante que no nos convence, así que decidimos repetir en El
Zamorano. Eso sí, los 30 kilómetros que nos separan de Dueñas, los
hacemos por carreteras locales solitarias y mucho más amigables.
La tarde, la pasamos tranquilamente disfrutando de la casa y
en mi caso particular
del maravilloso jardín y porche; no me cansaré de ensalzar las buenas
sensaciones (good feeling que diría un anglosajón) que me
producía todo este entorno lleno de decenas de pájaros, gorjeando a
todas horas. Sobre las ocho de la tarde, cogemos el coche para ir de
nuevo a La Trapa. La idea es asistir al Oficio de Completas
con el canto de la Salve Regina.
Para ponernos en ambiente, se me ha ocurrido introducir el texto en
latín, con su correspondiente traducción al español. También puedes
escuchar el sonido de esta preciosa antífona,
uno de los mejores exponentes del canto
gregoriano, y escoger entre el
Modo 1-Tonus solemnis y el Modo
5-Tonus simplex.
Este último era precisamente el que yo recordaba haber entonado
tantas veces en aquellas inolvidables sabatinas del colegio
Alameda de Osuna, en Madrid, así que me quedo un tanto perplejo cuando
comienzo a escuchar la versión que interpretan los monjes; eso sí, la
letra es la misma.
Salve,
Regina, Mater misericordiae:
Vita, dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules, filii Evae.
Ad te suspiramus, gementes et flentes
in hac lacrimarum valle.
Eia, ergo, Advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O Clemens: O pia: O dulcis Virgo Maria.
Dios te salve, Reina y Madre
de misericordia,
vida y dulzura, esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos.
Y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima!,¡oh piadosa!, oh dulce Virgen María!
Esta vez, la reja que, dentro de la iglesia, se interpone
entre los
asistentes al oficio y el coro donde se sitúan los monjes, no se abre.
Al poco de sentarnos en la primera fila de bancos por detrás de
la reja, entran cuatro hombres, sin hábitos, que se sientan dos o tres
filas por delante de nosotros pero al otro lado de la reja.
Interiormente me pregunto de dónde vendrán y si están alojados en el
monasterio, pues se les ve muy devotos. Por fin, con un poco de retraso
sobre la hora prevista (20.45), llegan los monjes, y la iglesia
continúa casi a oscuras; nada que ver con la misa a la que asistimos
cuatro días atrás. El ambiente es de un recogimiento inenarrable y
cuando comienzan a cantar la
Salve, me siento transportado a ¿otro mundo? En fin, que salimos de
allí pero que muy reconfortados. Mi consejo es que si vas por Dueñas y
aunque no seas creyente, no dejes de asistir en La Trapa a
alguno de los oficios; te aseguro que no te arrepentirás.
Ya está acabando nuestra estancia en Dueñas y todavía no
hemos hecho el recorrido por el Canal
de Castilla, uno de los motivos principales de haber escogido
este lugar como centro de operaciones. Quizás por temor a la longitud
del trayecto previsto, lo hemos ido retrasando hasta el último día, y
además, nuestra afición al senderismo es relativamente reciente, de un
par de años para acá; en fin, que nos podemos considerar casi unos
novatos. Salimos de casa no todo lo temprano que yo hubiese querido y
eso lo vamos a pagar después. El acceso al camino que recorre el canal,
está muy cerca de la casa, justo por debajo del puente de Las
Candelas, el que cruza la autovía, donde está ese gigantesco
botijo que puedes ver en la foto. Curiosamente a la gente de por aquí,
se les conoce como botijeros y precisamentede la Web
del ayuntamiento de Dueñas, he sacado esta curiosa historia:
Arturo Caballero Bastardo y Fernando Caballero Chacón en el
"Libro de
Dueñas" (Ed. Caja Palencia, 1987), reseñan que el argumento de un drama
que escribió un poeta de la corte de Fernando el Católico, viudo de la
Reina Isabel, para celebrar sus esponsales con Germana de Fois, que se
celebraron en el Palacio de los Buendía en Dueñas (1506), cuenta "el
asalto y destrucción del Castillo, en poder de los moros, por los
habitantes y vasallos a botijazos, sin que quedara piedra sobre
piedra". La crónica ha dado lugar a que se conozca a los habitantes de
la localidad por "Botijeros", sin que ello suponga ofensa o
menosprecio, incluso hay lugares de la localidad que hacen honor a tal
sobrenombre con un monumento al Botijo, ubicado en la hermosa Plaza del
Doctor Sinova y modernamente se ha instalado otro botijo alegórico
junto a la Autovía de Castilla. Las referencias al botijo en la vida
cotidiana de los habitantes de Dueñas se han convertido en una "seña de
identidad" que se ha enraizado popularmente. Las Fiestas Mayores de
agosto se denominan "Botijeras"; cuando se divulga turísticamente algún
aspecto característico se le acompaña con el "botijero/botijera" que le
identifica como propio de la localidad y el mayor galardón de las
Justas Poéticas es un "Botijo de Oro".
Situándonos a la derecha del botijo, bajamos por debajo del
puente y tomamos el camino que va por la derecha del canal en
dirección Palencia. La idea es hacer en total unos 15 o 20 kilómetros
entre la ida y la vuelta. Quizás, lo mejor hubiera sido llegar hasta
Palencia, que más o menos está a esa distancia, y haber vuelto en
autobús, pero preferimos que el viejo Dexter nos acompañe y
disfrutar todos juntos de la caminata. Si en los aviones te dejan
llevar perros pequeños, de hasta 6 kilos, en cabina ¿por qué no ocurre
lo mismo con el transporte terrestre? No lo entiendo. Si va dentro del transportín
y sin molestar a nadie ¿cuál es el problema? Te aseguro que
en cualquier transporte público, puedes encontrarte con humanos
bastante más animales, en cuanto a comportamiento e higiene, que la
gran mayoría de los canes.
Buena parte del camino discurre por entre mucha vegetación y
con árboles, lo cual se agradece porque el día es de lo más caluroso,
pero hay tramos en los que las sombra brilla por su ausencia y el pobre
Dexter va de lo más apurado, casi siempre por delante de
nosotros, buscando la próxima zona umbría; si amplias la foto de la
izquierda, podrás constatar lo que digo. Nos cruzamos con algunos
ciclistas y, curiosamente, a los más jóvenes parece ser que les cuesta
mucho saludar. También hay algunos corredores de fondo, y uno de
ellos, que ya pasa de los sesenta, se le ve un portento del
atletismo; qué velocidad y con esos calores. La primera vez le
encontramos de frente, yendo en dirección a Dueñas, y al cabo de un
buen rato escuchamos una voz por detrás de nosotros, que por lo
inesperada nos da un buen susto, pidiéndonos paso. No podían faltar los
dos viejetes que vienen de coger cangrejos, con uno o dos
cubos, no recuerdo bien, llenos hasta arriba. Eso sí, cangrejo rojo
americano, pues el producto nacional está de capa caída. En
esta página
he encontrado algo interesante sobre el tema:
Nuestras poblaciones de cangrejo de río autóctono (Austropotamobius
pallipes) han sufrido, desde que en 1974 se introdujo en Doñana el
cangrejo rojo americano (Procambarus clarki) en la Península, un
vertiginoso declive, que le ha hecho desaparecer de la inmensa mayoría
de su área de distribución. La afanomicosis, una enfermedad producida
por un hongo, ataca de muerte a nuestros cangrejos de "patas blancas".
Desde 1974, el cangrejo rojo ha ido colonizando todos los ríos
peninsulares (ayudados por pescadores poco previsores). Estos cangrejos
son inmunes a la enfermedad, pero se la contagian al sensible cangrejo
autóctono, que muere en cuanto aparecen "los americanos". El resultado
de la extinción local del cangrejo autóctono es ecológicamente fatal;
éste se alimenta de detritus y contribuye a mantener limpio el medio
acuático y evita la contaminación orgánica (eutrofización). El cangrejo
rojo, por el contrario, arrasa con todo ser viviente (huevos, alevines,
renacuajos, algas etc.) empobreciendo el ecosistema. Además, no hay que
olvidar que las cualidades culinarias del sabroso cangrejo autóctono no
tienen nada que ver con el insípido cangrejo americano.
Seguimos camino, pasamos las esclusas 38 y 37, alguna de
ellas con un buen desnivel, y después de un largo tramo, con muchísimo
calor, llegamos a una zona del canal con tres esclusas, la 34, 35 y 36,
en el Soto de Albúrez, donde hay mesas para comer, fuente de
agua fresca, área para juegos e incluso un bar, que lo encontramos
cerrado, situado en la antigua casa del esclusero;
supongo que abrirá los fines de semana. Dudamos entre parar a
comer o continuar. Al final seguimos uno o dos kilómetros más, y a
mitad de camino de la siguiente esclusa, la 33, situada en Villamuriel
de Cerrato, nuestro hijo Paulino y el viejo Dexter, ya no
pueden más, así que decidimos volver a la zona de las mesas y de la
fuente para reponer fuerzas. En esta página tienes un mapa para poder hacerte una idea
del trayecto, así como en esta otra.
Escogemos una magnífica mesa cuadrada de piedra, con una
situación estratégica a la sombra de una sauce llorón y con
vistas al canal (foto de la izquierda), y damos buena cuenta de todas
las provisiones,incluido el vino de Cigales, que
milagrosamente todavía se mantiene fresco.
El lugar resulta de lo más paradisiaco y pocas ganas dan de tomar el
camino de vuelta. Poco he escrito hasta ahora sobre el canal en sí,
obra por la que siempre tuve auténtica curiosidad, al igual que aquella
idea de obra fantástica, ofrecida por el ingeniero Juan Bautista
Antonelli al rey Felipe II, y que hubiera supuesto unir Madrid con
el mar, a través de Sevilla. Pero conozcamos algo más sobre el canal y
su historia:
La historia de la construcción del Canal es la historia de un
Gran Proyecto que pretendía, en primer lugar, unir Segovia con
Santander, crear una red de canales que facilitara el transporte de
grano y de todo tipo de mercancías con el fin de librar del aislamiento
físico y económico a Castilla y León, y, en segundo lugar, traer agua
para regar los siempre sedientos campos. Las obras del Canal de
Castilla se iniciaron en 1753 en Calahorra de Ribas. Después de
continuos parones y numerosas vicisitudes, se terminaron en Medina de
Rioseco en 1849. Casi un siglo de trabajo para otro siglo de
navegación, pues como vía de transporte se dejó de utilizar en 1959.
Recorre un total de 207 kilómetros con un desnivel a lo largo de su
trazado de 150 metros. Se crearon tres ramales para conectar Valladolid
y Medina de Rioseco con Alar del Rey, al norte de la provincia de
Palencia: Ramal Norte desde Alar del Rey hasta Ribas de Campos, con 75
kms. de recorrido y 24 esclusas, Ramal de Campos desde Ribas de Campos
hasta Medina de Rioseco, en la Provincia de Valladolid, con 7 esclusas,
y Ramal Sur, desde El Serrón hasta la dársena de Valladolid, con 17
esclusas. El transporte de mercancías se realizaba por medio de
barcazas que eran arrastradas por mulas que iban por los "Caminos de
Sirga" los cuales discurrían paralelos a las márgenes del Canal. Se
convirtió así, en la principal arteria del comercio castellano y
palentino, aunque por poco tiempo. A lo largo de toda su ribera y
principalmente al lado de sus esclusas, abundaban las fábricas de
harinas (imagen debajo de este texto) y molinos. Estas fábricas
utilizaban la fuerza motriz producida en las esclusas para su
funcionamiento. La llegada del ferrocarril fue la causa principal de la
decadencia del Canal, que posteriormente se decidió utilizar como canal
de regadío.
Después de un pequeño descanso a la sombra del sauce y de
llenar las botellas de agua fresca de la fuente, emprendemos el camino
de vuelta. Como bien dije al principio del capítulo, por la mañana
tendríamos que haber salido bastante antes con el fin de no coger las
horas más fuertes de sol, como así ocurrió. Por si esto no era
suficiente, se nos ocurre tomar el camino que va por la otra ribera del
canal, por la derecha en dirección Dueñas, y que prácticamente adolece
de sombra alguna. Animado por el clarete y por las muchas ganas de
llegar, inicio la marcha a paso ligero, acompañado de las típicas
canciones que se suelen entonar en estos casos. El único que me sigue
es el pobre Dexter, que muy de vez en cuando hace un alto para
tomar respiro y aprovechar la sombra de algún arbusto despistado, hasta
que llegamos a la esclusa 37, donde la antigua fábrica de harinas
(imagen de la izquierda). Estamos rendidos, así que decidimos esperar a
que lleguen los demás. El último kilómetro, ya por zona de arboleda y
sombreada, hay que llevar en brazos a Dexter, que cojea
ostensiblemente de una pata; de hecho, tarda un par de días en
recuperarse. Al final, según mis cálculos, han sido unos 15 kilómetros,
no creo que mucho más, pero que, debido al sol y al calor, nos
han dejado fundidos.
La tarde la pasamos descansando tranquilamente en la casa,
pero el espíritu viajero que llevo en mi interior, ni siquiera en un
día tan ajetreado me deja en paz, y me recuerda que nos hemos quedado
sin ver la iglesia más antigua que se conserva en España, la basílica
visigótica de San Juan Bautista en Baños de Cerrato (imagen de
la derecha y también en la cabecera de esta página).El camino
es el mismo que nos lleva a La Trapa,
pero en vez de torcer hacia el
monasterio, seguimos hacia Venta de Baños. Una vez aquí, creo recordar
que hay que pasar por debajo de un cruce a distinto nivel, por donde
también pasa el tren, y poco después tienes el cartel indicador hacia
Baños de Cerrato.
El rey visigodo Recesvinto, que, como veremos más adelante,
se curó en las aguas de Baños de Cerrato, construyó el templo en el año
661; la fecha está grabada en el arco del ábside. Tiene forma de cruz
latina con la cabecera al este, planta rectangular con tres naves,
rematadas en capillas rectangulares en la cabecera. Las naves, con
cubierta de madera, están separadas por columnas monolíticas de mármol
de origen romano, con capiteles corintios, que sostienen arcos de
herradura.
Los capiteles tienen decoración floral muy estilizada en la que ya
aparece la hoja alargada y nervada que más tarde se repetirá en el arte
asturiano (imágenes de la izquierda y de la derecha). El edificio
basilical visigodo que hoy contemplamos está construido con gran parte
de los restos de un antiguo templo romano que seguramente se situaba en
las proximidades de la actual fuente, también visigoda, que además
suministraba líquido elemento para los baños romanos (termas) allí
existentes y para los Balneos que todavía sobrevivían en el
siglo X y que darían nombre a la villa. Veamos un poco más de historia,
extraída de la Web del ayuntamiento,
sobre la fuente y el templo:
La tradición asegura que volviendo el rey Recesvinto de
"apaciguar" a vascones y aquitanos de sus constantes sublevaciones y
correrías, al pasar por estas tierras cerrateñas oyó hablar de las
excelentes propiedades salutíferas de las aguas de unos antiguos baños;
como el monarca visigodo estuviera aquejado de un mal nefrítico, se
acercó a los mismos y tomó sus aguas; al poco tiempo, su mal mejoró y
sintiéndose agradecido, mandó edificar la conocida basílica y
reconstruir la fuente como baptisterio (imagen de la izquierda),
dedicándoselas a San Juan Bautista y cristianizando, de esta forma, un
lugar que hasta entonces había estado dedicado al culto pagano de las
aguas y las fuentes (ninfas). En el siglo VIII, durante la dominación
musulmana, la basílica es parcialmente destruida y su poblamiento
abandonado. A partir del siglo IX Balneos es repoblada, como
así lo confirma la necrópolis de repoblación localizada alrededor de la
misma. En el siglo XII, Baños y la Basílica pertenecían al patrimonio
de la reina Doña Urraca. Posteriormente perteneció a diferentes
señoríos, siendo usufructuarios los monjes de San Isidro de Dueñas. La
Basílica de San Juan de Baños fue parroquia hasta el siglo XVI, en que
se edificó la actual iglesia parroquial de San Martín, pasando a ser
ermita en el siglo XVII.
A partir del siglo XVIII, "Baños de Riopisuerga", fue villa de señoría
secular perteneciendo al Duque de Noblejas y la Marquesa del Carpio. A
mediados del siglo XIX, la ermita de San Juan Bautista, hoy Basílica de
San Juan de Baños, se encontraba en estado ruinoso y las aguas de su
fuente se seguían utilizando como remedio para algunas dolencias. En
1898, después de ser declarada Monumento Nacional, la Basílica de San
Juan de Baños fue restaurada y con posterioridad, en 1966, sería
declarada monumento histórico-artístico la "Fuente" próxima a la
Basílica. En el año 1860, en plena revolución industrial, fue
inaugurado el Ferrocarril del Norte, con todo lo que esto supuso para
la antigua villa de Baños, y a la que no tardando superaría en
población y desarrollo "La Venta de Baños", actual capitalidad del
municipio.
Antes de irnos, damos un pequeño paseo por esta bonita y
tranquila
población, nada que ver con la industrial Venta de Baños, ayuntamiento
al que pertenece. Vemos una preciosa casa, de similares características
a la que nos estamos quedando en Dueñas, y que tiene un cartel
anunciando que está en venta. La verdad es que nos atrae cada vez más
la idea de comprar una casita en algún pueblo perdido de la
meseta. Cuando volvemos del viaje, llamamos para informarnos, pero
según nos dicen, no es la casa lo que venden sino unos almacenes o algo
parecido.
Y así termino la primera parte de este relato, justo a mitad
del viaje,
pues mañana partimos a tierras sorianas, historia que desarrollaré en
otra página aparte; por cierto, cómo me alegro de al fin poder quitar
la imagen del obrero. ¡Ah!, se me olvidaba decirte que en la Galería de Imágenes, puedes
ver más fotos de algunos de los lugares aquí citados.
El 7 de noviembre de 2016 añado este magnífico vídeo de YouTube
llamado Canal de Castilla. El sueño ilustrado, producido por el
Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente del Gobierno de España.