El mundo de los animales ha sido puesto
por Dios bajo nuestra protección y no a nuestra merced; cuando comprendan
que los animales tienen el mismo derecho a vivir que nosotros, y que
nuestro derecho a quitarles la vida está limitado estrictamente por
nuestro derecho de defensa y existencia, vendrá un tiempo en que el mero
placer de matar se extinguirá en el hombre.
Mientras exista ese placer de matar, el hombre no tiene ningún derecho a
llamarse civilizado; es un simple bárbaro, un eslabón fallido entre sus antepasados salvajes que se mataban con hachas de piedra por un pedazo de
carne cruda, y el hombre del porvenir.
A un perro se le puede enseñar cualquier cosa con
amable estímulo, paciencia y una galleta cuando aprende la lección con
buena voluntad. El castigo corporal infligido a un perro inteligente
es una indignidad que repercute en su amo. Cuando un perro esté enfermo se
somete a casi todo, incluso a una operación dolorosa si se le ha explicado
con voz amable, pero resuelta, qué ha de hacerse y por qué ha de hacerse.
No obliguéis nunca a un perro enfermo a comer; a menudo sólo lo hace por
complacernos, aunque su instinto le diga que se abstenga de toda comida,
lo cual es con frecuencia su salvación. Los perros, como los niños muy
pequeños, pueden permanecer varios días en ayunas sin ningún
inconveniente.
|
|
Un perro puede sufrir
con mucho valor el dolor , pero
como es natural, le agrada que le digáis lo que padecéis por
él. Tal
vez sea conformador para quien ame a los perros saber que la mayoría de
ellos tiene una sensibilidad para el dolor mucho menos aguda que lo que
suponemos.
No molestéis nunca a un perro enfermo cuando no sea absolutamente
necesario. Es fácil que vuestra intempestiva intervención
distraiga a la naturaleza en su esfuerzo para ayudarle a curar. Todos los
animales desean que los dejen tranquilos cuando estén enfermos y también
cuando van a morir. ¡Ay! es tan breve la vida de un perro que nadie habrá
dejado de estar de duelo por haber perdido uno de tales animales.
Vuestro primer impulso y vuestras primeras palabras después de enterrado
bajo un árbol del parque son que nunca tendréis otro. Ningún otro perro
podrá reemplazarlo. Os equivocáis. No es un perro lo que amáis, es el
perro.
Para llegar a ser un
buen médico de perros es necesario estimarlos, pero también es preciso
comprenderlos; sucede como con los hombres, con la diferencia que es más
fácil comprender a un perro que a un hombre, y es también más fácil
quererlo. No olvidéis nunca que la mentalidad de un can es completamente
distinta de la de otro. El agudo espíritu
que brilla en los ágiles ojos de un fox-terrier, por
ejemplo,
|
|
refleja una actividad
mental completamente distinta a la serena sabiduría que brilla en los
tranquilos ojos de un San Bernardo o de un viejo mastín.
La inteligencia de los perros es proverbial, pero hay grandes diferencias
de grado, ya visibles en los cachorros apenas abren los ojos. Hay también
perros tontos, pero la proporción es mucho menor que en los humanos. Es
fácil comprender a un perro y aprender a leer sus pensamientos. El perro
no puede fingir, no puede engañar, no puede mentir, porque no puede
hablar. El perro es un santo. Es sincero y honrado por naturaleza. Si en casos
excepcionales aparece un perro con
cualquier estigma de pecado hereditario, propio de sus antepasados silvestres,
que habían de confiarse a la astucia en su lucha por la existencia, esos estigmas
desaparecerán en cuanto la experiencia le haya enseñado que puede fiarse de los honrados y justos sentimientos que le
demostremos.
Un perro admite
gustoso la superioridad que tiene sobre
él su amo, acepta como definitiva sus decisiones; pero, contrariamente a
lo que creen muchos apasionados, no se considera esclavo, su sumisión es
voluntaria y quiere que se respeten sus pequeños derechos. Mira al amo
como a su rey, casi como a su Dios.
Espera que su Dios sea severo en caso
necesario, pero fundamentalmente
que sea justo. |